Si he de ser sincero debo decir que nunca me gustaron los conversos; siempre he tenido la duda de si realmente una buena parte de esas supuestas conversiones no obedecían, en realidad, a otras motivaciones más allá del cambio sincero de una postura ideológica o de una creencia religiosa, ocultando, realmente, otros móviles en muchos casos oscuros e interesados, cuando no perversos.

Siempre he pensado que el dicho popular, tantas veces escuchado, de que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, es una verdad absoluta, casi un dogma de fe, al menos en referencia a los que tratan de convencernos de la mutación de sus principios ideológicos ya que siempre queda en ellos el sustrato de su pensamiento anterior.

De hecho, en una buena parte de los casos, aquellos que presumen que debido a una natural evolución han mutado su pensamiento hacia posturas totalmente opuestas a las iniciales, aquellas de las que otrora presumieron y ejercieron de forma activa y militante, estas extrañas mutaciones obedecen a una serie de intereses en la mayoría de los casos de carácter económico o simplemente con el afán de aproximarse al poder político de turno con el único fin de ganar sus favores e incluso recibir algún tipo de prebenda y privilegio, pero casi nunca de forma gratuita y desinteresada.

Lo cierto es que, todos estos, especialmente aquellos que en épocas pasadas militaron ideológicamente en el contexto de posturas totalitarias de carácter marxista, por mucho que traten de ofrecer una imagen de cambio, a modo de careta, si les rascas un poco, de inmediato surge el animal totalitario que llevan dentro, brotando los vestigios de la vieja ideología.

En estos extraños momentos del final de la “plandemia”, cuando poco a poco la negra sombra del virus de los chinos se va difuminando por mucho que los sectores interesados por móviles económicos o políticos se obstinen en alargar el final de esta pesadilla, comienza a salir a la luz, como salidos del armario, la realidad del pensamiento de cada uno.

La falta de formación política de nuestro pueblo ha provocado la aparición de una serie de “gurús”, tanto en la izquierda como en la derecha, que prevaliéndose de los medios de comunicación, muchos de ellos financiados por el poder o por otros intereses más oscuros, se permiten categorizar sobre determinados asuntos sin considerar el daño que pueden provocar sus opiniones en aquellos que los escuchan que asumirán como propias esas posturas, prescindiendo de si estas se ajustan a la verdad o les pueden perjudicar o beneficiar en un futuro.

Sorprende que alguien que pretendió alzar la bandera de la lucha contra el poder corrupto y totalitario ejercido por sus antiguos correligionarios, alguien que se decía adalid de la libertad, ahora adopte esta postura de absoluta radicalidad, de lameculos del poder globalista.

¿Cuál es la causa real de estos cambios?, ¿la estúpida justificación de que lo hace por nuestro bien?, algo que, a todas luces, al menos yo no necesito o, por el contrario, ¿lo mueve otra motivación oscura y siniestra? Ciertamente, aquí hay algo que huele muy mal.

Mi recomendación, que nadie escuche nunca más la perversa emisora que dirige este siniestro personaje y en la que, en un gesto de ultra defensor de la libertad, ha obligado a sus trabajadores, supongo que, bajo amenaza de expulsarlos, a vacunarse.

Todo un miserable logro que pone de manifiesto la catadura moral de este perverso individuo.

Eugenio Fernández Barallobre ( El Correo de España )