AMIGOS Y OPORTUNISTAS

Tener amigos no es cuestión de edad, ni de muchos seguidores en las redes sociales sino de cabeza, memoria y corazón,  por eso cuando alguien está mal servido de uno de esas tres elementos  corre el riesgo de llevarse más de una sorpresa y a la vez un disgusto.

Recuerdo que hace años el organizador y presentador de un acto, al que asistían anualmente numerosas personas principales,  se dirigía a cada una de ellas  por su nombre precedido del calificativo “mi amigo” o incluso “mi muy buen amigo”, y a mi esa presunción me parecía una desmesura fatua y peligrosa, porque ya por entonces conocíamos los titubeantes andares de quienes con el tiempo acabaron sentándose  delante de un juez.

La amistad es un valor tan importante que por pura lógica o simple cálculo matemático es más infrecuente de lo que muchos presumen y otros ignoran. Precisamente, porque es muy valiosa, no abunda.

La amistad no es una declaración de amor eterno porque cuantos más calificativos rimbombantes le pongamos más fácil es que comprobemos que dura… lo que dura dura.

Discúlpenme el juego de palabras, carente de la intencionalidad jocosa que sugiere la frase, que  puede atribuirse al tiempo que dura el poder del que tiene muchos amigos, porque el pegamento que sostiene esa relación se hace nada cuando el que manda, cesa.

Cuando uno es capaz de distinguir entre  el que siempre está dispuesto para cualquier tipo de juerga, ya sea gastronómica, deportiva o sexual, y quién es el que sigue estando cercano cuando realmente lo necesitas,  o él a ti, sabe perfectamente quién es amiguete y quién amigo.

Los amiguetes son los más chistosos, cotillas o maledicentes de otros que no asisten a esa reunión. También son los compañeros de partido o sindicato, de profesión o de cofradía, que en todas las creencias o sus ausencias existe ese perfil de personaje.

Hoy me ha dado por escribir sobre este asunto porque hay  mucha gente que se sorprende cuando se encuentran solos después de haber caído por la pendiente de sus propios errores.

Los muy amigos y amigas del productor de cine Harvey Weinstein , denunciado por haber acosado a actrices mayores de edad, han dejado de saludarle y no le volverán a invitar a ninguna otra ceremonia del cine en los Estados Unidos.

Tanto las señoras como los señores que ahora  rompen las fotografías que se hicieron con él, o le insultan en público haciéndose de nuevas, conocían su afición a cambiar cromos profesionales por favores sexuales, pero nadie dijo nada hasta que llegó la hora oficial de ponerse políticamente correctos, y en ese momento se decidió que solo había un culpable.

Al final un país de la vieja Europa ha vuelto a salir a escena para  situar las cosas en su sitio  y lo ha hecho sin ningún complejo.

La actriz  Catherine Deneuve y otras cien mujeres intelectuales francesas, han tenido que levantar el dedo y la voz para señalar a los  oportunistas, a los hipócritas y a gente que ha pasado por allí y por aquí subiéndose al carro del “yo también” , para afirmar  que “la violación es un crimen, pero cortejar de forma insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista«.

He ahí una amiga.

Diego Armario