Parece que ahora el nuevo consejo para los jóvenes es “ama tu destino”, aunque ese destino venga con un manual de instrucciones escrito por un algoritmo y revisado por la inteligencia artificial de turno. Ya no hace falta luchar, ni rebelarse, ni siquiera pensar demasiado, basta con adaptarse, palabra mágica que sirve para justificar desde los recortes en derechos hasta el hecho de que tu jefe sea un chatbot con sentido del humor.
Yuval Harari, el nuevo oráculo del siglo XXI, nos advierte de que el futuro traerá más cambios, más grandes y más rápidos. Y claro, mientras los jóvenes se preparan para surfear la ola del progreso, los adultos ya estamos flotando boca arriba, intentando recordar cómo se nadaba sin flotador digital.
Dicen que la inteligencia artificial “no debería verse como una herramienta”, sino como un agente capaz de tomar decisiones independientes. ¡Qué alivio! Ya no tendremos que preocuparnos por equivocarnos, la máquina lo hará por nosotros, y además lo hará mejor, más rápido y con menos escrúpulos.
Mientras tanto, los viejos filósofos del estoicismo asienten desde su pedestal polvoriento: “Ama tu destino”, repiten, aunque tu destino sea un contrato temporal firmado con huella digital y vigilado por un dron.
Quizás el problema no sea el «amor fati», sino el fati sin amor, o sea, aceptar sin rechistar, adaptarse sin preguntar, obedecer sin pensar. Porque a este paso, los jóvenes no amarán su destino… lo aceptarán por defecto, como los términos y condiciones que nadie lee pero todos marcan.
En fin, parece que la felicidad del futuro consistirá en no resistirse. En lugar de enseñarles a los jóvenes a cambiar el mundo, mejor enseñarles a amar lo que venga. Aunque venga con forma de robot, con alma de banco y con sonrisa de aplicación gratuita.
Yo, sin embargo prefiero a Lucio Anneo Séneca, uno de los grandes pensadores del estoicismo romano que dejó frases que siguen inspirando dos mil años después. Entre ellas, destaca una que condensa su filosofía de vida: “Imperare sibi maximum imperium est”, es decir, “gobernarse a uno mismo es el mayor poder”.
Una invitación a la serenidad, la autodisciplina y la libertad interior.
Salva Cerezo