
¡ APRETAD, APRETAD !
Han caído los dos en su propia trampa, cosa frecuente entre los pícaros. Como salidos de «El Buscón», Sánchez y Torra intentaron engañar a todo el mundo, incluidos a los suyos, para acabar engañándose a sí mismos. Basta ver la foto de los seis protagonistas de la «cumbre» de Pedralbes para constatar que ninguno estaba satisfecho de lo obtenido. Alguno o alguna intentaba una sonrisa, pero le salía una mueca.
Aunque la foto más ilustrativa es la de Sánchez rodeado de guardaespaldas por la avenida de Drassanes vacía, vaciada más bien, camino de la Lotja de Mar, donde iba a celebrar un Consejo de Ministros parecido al sorteo del Gordo navideño, con premios para todos, especialmente para los catalanes, y desatrancar el contencioso entre España y Cataluña. No hubo ni rastro de ello y hasta algunos de los regalos fueron mal recibidos, como el de rebautizar el aeropuerto de El Prat con el nombre de Tarradellas.
Dicen los independentistas que por no habérseles consultado. Cuando todos sabemos su antipatía por el president llegado del exilio, que seguro no estaría de acuerdo con ellos. Ni siquiera el haber escenificado una minicumbre de gobierno a govern, con un comunicado conjunto en el que se eliminó la palabra «Constitución» y se reconoce la existencia de un «conflicto sobre el futuro de Cataluña que hay que resolver a través del diálogo efectivo», les basta. Sin embargo, han dado a entender que apoyaran los presupuestos de Sánchez, pero no para hacerle un favor, sino para hacérselo a ellos mismos, ahora que lo tienen bien trincado.
Ninguno de nuestros presidentes de gobierno en democracia ha estado tan vendido a quienes intentan descuartizar España. Puede que haya conseguido unos meses de prórroga en La Moncloa. Pero el precio pagado por ello desborda todas las subidas de alquileres.
Tampoco le ha salido gratis a Torra. Ha quedado en evidencia que no es capaz de mantener la paz y la seguridad en Cataluña, que el viernes vivió una jornada de altercados, desde cortes de carreteras, con quema de neumáticos, a incidentes de todo tipo, que convirtieron Barcelona en una ciudad sitiada durante 24 horas, choques entre los comandos independentistas, que el propio Torra había azuzado con su «¡Apretad, apretad!», y los Mossos d’Esquadra.
No esperen, sin embargo, que sus «embajadas» divulguen las cargas de la Policía catalana contra los violentos. Incluso se ha ganado su animosidad, lo que abre otra grieta en el soberanismo. Su victoria por puntos sobre Sánchez, por tanto, de poco le sirve. Pero es el único político español dispuesto a oír sus demandas, lo que le obliga a respaldarle por poco que le guste.
Para resumir: ni siquiera han tenido la decencia de admitir que «estamos de acuerdo en que no lo estamos», fórmula diplomática en estas situaciones. Puede que porque tampoco están tan en desacuerdo como aparentan. De ahí que hayan acordado volver a reunirse. Se necesitan tanto o más que se repelen, como los personajes de la novela picaresca. Aunque con menos gracia.
José María Carrascal ( ABC )
viñeta de Linda Galmor