EL ARDOR, ADA Y LOS DEMÁS

No parece, por la enseñanza de las situaciones semejantes que nos ofrece la Historia, que sea en el ardor o en la ambigua Ada donde pueda hallarse la brújula providencial que señale un norte distinto del enfrentamiento y el destrozo mutuo. Es en los demás, en quienes a un lado y a otro constatan con amargura que el asunto se ha ido de las manos y resbala a toda velocidad hacia el precipicio, donde puede acaso surgir una alternativa a la sinrazón y el desprecio; a la cadena fatídica de errores que dé a la bola de nieve una masa imposible de detener.

Hace falta que alguien que quiere lo uno, y alguien que quiere lo otro, razonen que el coste de alcanzarlo por la fuerza es desproporcionado y lo pagará tanto quien resulte más débil, y pierda, como quien sea al final más fuerte y se imponga. Hace falta que alguien a cada lado de la zanja comprenda que ya no va a poder ofrecer a los suyos el trofeo que les había prometido y tendrá que pasar en todo caso el trago de decepcionarlos. Lo que en esta encrucijada se ventila no es más que la dimensión, catastrófica o soportable, de la decepción con la que unos y otros tendrán que vivir.

El ardor se opone, feroz, a la posibilidad del arreglo. Para lograrlo, alguien tiene que renunciar y permitir así que renuncie el otro, pero nadie quiere retratarse antes. De estas precedencias tozudas está hecha la historia del sufrimiento humano.

Lorenzo Silva ( El Mundo )