BIENVENIDOS A NOESPAÑA

Los españoles todavía no nos estamos fijando, pero la conclusión ya la tenemos delante de nuestras narices. Lo que está haciendo Sánchez para aguantar en el poder es instaurar un inaudito modelo de España, según el cual cuanto más desleal sea una comunidad autónoma mayor premio y lisonjas recibirá del Estado. Yo soy coruñés (es decir, gallego; ergo español y ahora felizmente afincado en Madrid).

Mi comunidad autónoma de origen, Galicia, se ha esforzado en los últimos diez años para conseguir cuadrar sus cuentas y, por descontado, cumple escrupulosamente con la legalidad constitucional, como no podía ser de otra manera. El premio es que el AVE, que llegó hace 28 años a Andalucía y hace doce a Barcelona, sigue de

 camino (la ministra de Fomento del zapaterismo, Magdalena Álvarez, hoy condenada por el robo ERE, nos echaba unas broncas tremebundas cuando dudábamos de su enfática promesa de que «el AVE llegará a Galicia en 2012»). En los Presupuestos del Estado el trato es normal, ni bueno ni malo.

Los problemas de Galicia no existen entre las prioridades del Gobierno y mediáticamente solo aparece en telediarios y tertulias ante un suceso escabroso. Por fortuna la sociedad civil gallega espabila al margen de la teta pública, y allá, olvidados en su esquina, se han inventado la mayor marca de moda del mundo, Inditex, y la que va camino de ser una gran multinacional cervecera, Estrella Galicia.

Imaginemos ahora que hace tres años el Parlamento Gallego hubiese proclamado la República Galega; que el presidente separatista Feixoo se hubiese puesto chulo y faltón con el Estado y el resto de los españoles acusándolos de robar a Galicia; que la Guardia Civil hubiese sido acorralada toda una noche en una consellería en Santiago por una turba de vándalos, azuzados por asociaciones borrokas subvencionadas por la Xunta; que el déficit gallego fuese galopante; que Galicia hubiese abierto «embajadas» para predicar urbi et orbi que España es una dictadura franquista que machaca a los gallegos; y que, finalmente, desoyendo todas las advertencias, la Xunta hubiese organizado un referéndum de independencia ilegal, con urnas de bazar chino y resultado trucado.

¿Qué habría pasado? Pues que tres años después de ese desafuero tendríamos a Sánchez genuflexo en Santiago para una cumbre bilateral en el Palacio de Rajoy. Allí sería recibido por un presidente separatista inhabilitado por el Estado; con un pelotón de gaiteiros de gala armados con fusiles, y con una pancarta en la fachada afirmando que en España no hay libertad de expresión.

El presidente Sánchez declararía que se siente «muy honrado» de visitar a un presidente en rebeldía que le exige la independencia de Galicia como condición sine qua non, y le prometería: diálogo sin límites en una mesa con Galicia, con la autodeterminación en el orden del día; una prima presupuestaria de casi 4.000 millones y estudiar si le da una bicoca tipo cupo vasco; mandar a la justicia y a los jueces al carallo, «porque la Ley sola no sirve», y cambiar el Código Penal de manera exprés al servicio de los presos independentistas gallegos.

¿A qué parece un chiste? Pues es lo que ya tenemos.

Luis Ventoso ( ABC )