Ha arrancado un desguace por la puerta trasera del andamiaje institucional que ha sostenido la exitosa democracia española durante 42 años. PSOE y Podemos carecen de respaldo para reformar la Constitución del 78 por su cauce (necesitarían el apoyo de tres quintos del Congreso y el Senado).

Pero han ideado atajos para ir minando el orden constitucional. Las leyes que protegen la unidad de la nación van a ser debilitadas. Además, en paralelo, existe una pinza para ir arrumbando a la Corona, velada por parte de Pedro y a saco por parte de Pablo.

¿Comparten la mayoría de los españoles esta operación? ¿Les agrada que se indulte a los presos del golpe de 2017, que se rebajen los delitos de sedición y rebelión, que se ningunee al Rey desde el Gobierno? Sin duda no. La valoración de Felipe VI es muy alta -barre a la de Sánchez- y la simpatía del grueso de los ciudadanos por Junqueras, Puigdemont tiende a cero. Entonces, ¿por qué se acomete una operación tan impopular?

La respuesta es tan sencilla como deprimente: el autodenominado «Gobierno progresista» retuerce las leyes tan solo para que los separatistas les permitan sobrevivir en La Moncloa un poco más. Lo que antaño fue el PSOE se ha transmutado en el PS, el Partido Sanchista, una máquina de poder pura, a la que nada importa aflojar los hilvanes de la nación con tal de ir comprando tiempo a los independentistas, que asombrosamente tienen como rehén al Gobierno del país que odian.

En cuanto al socio, Podemos, nunca han disimulado: son un partido populista de ultraizquierda que aspira a derribar lo que desprecian como «el régimen del 78». Aunque las mieles del Xanadú de Galapagar hayan amansado los ímpetus revolucionarios (de salón) de Pablo e Irene, la pareja propietaria de la marca morada se mantiene leal al viejo dicho agrícola: la cabra siempre tira al monte.

El desguace presenta un agravante moral. Se lleva a cabo aprovechando que el país está sumido en una doble conmoción, sanitaria y económica, que focaliza la atención. Las personas están angustiadas pensando en si conservarán sus empleos; asustadas ante el rebrote epidémico. Mientras hacemos frente al Covid parece buen momento para ir pasando de tapadillo por la taquilla de los nacionalistas.

El ministro de Justicia anuncia a la embajadora de Torra en el Congreso, Laura Borrás, protagonista de un turbio asunto de corrupción, que la semana próxima empezará a mirarles lo de los indultos del procés. El PSOE impide que vuelva a ser delito la convocatoria de un referéndum ilegal (en contra de la promesa firme de Sánchez en la última campaña electoral).

El delito de sedición pasará a ser una maría en el Código Penal, para que Junqueras y sus cómplices salgan a la calle ya y canonizados como héroes de la causa. ¿Que te molesta ver al Rey en Barcelona en un acto con los jueces? Tranquil, Quim, tranquil, que retocamos las tarjetas de invitación y borramos a Felipe. Lo cual ha sido «una decisión muy bien tomada» (Carmen Calvo dixit).

Una televisión zurda. Una máquina de propaganda soberbia. Un país anestesiado.

¿A dónde vamos? Calladitos hacia un desguace.

Luis Ventoso ( ABC )