Cuando el mar en un momento
puso sus aguas bravías,
sentí como si se ahogarán
en sus agitadas olas
tus palabras y las mías.

No hablamos, sólo miramos
lo que hablaban nuestros ojos;
y se decían tantas cosas
que al notar que nos amamos,
el mar se lo tragó todo.

Se lo tragó y dio vida
a mil templadas sirenas,
que cuando sale la luna
le cantan al mar sus quejas.

Porque cantan tantas cosas
y guardan tantos enojos,
que el mar bravío no sabe;
si eran las dulces palabras
que se hablaron nuestros ojos.

Feliz tarde y mucho ánimo.