Llueven las palmas y los olivos
cubriendo el suelo completo
bajo el andar de un burrito
que a pesar de los gritos
avanza, dispuesto.

La mirada de su jinete,
mansa y penetrante,
conoce a quienes le cantan
vivas y alabanzas
con glorias exuberantes.

Más conoce también
lo que habita en sus corazones
sabe de la traición,
sabe a crucifixión,
más no busca razones.

Sabe, muy dentro de sí,
por ser Dios, por ser tal,
que ha de entregarse inocente
para salvar a toda la gente
y no les desea ningún mal.

Quizás lo más difícil
no fue ser Dios o persona,
sino ser la transición
que no admitía tribulación
para ser cordero que perdona.

Feliz Domingo de Ramos.