
CACERÍA CONTRA LOS REBELDES
El sistema autonómico se ha convertido en la nueva víctima del coronavirus, que ya cursa contra las comunidades en calculada connivencia con Pedro Sánchez y con su manejo autocrático del poder.
La división del territorio por «zonas sanitarias», más allá de la clásica distribución provincial, está transformando la España autonómica a diecisiete velocidades en un país aún más descompensado y peligrosamente enfermo de agravios comparativos.
El estado autonómico ha quedado sojuzgado al mando único de La Moncloa bajo criterios ambivalentes, contradictorios e injustificados. Ninguna comunidad conoce a ciencia cierta, con informes tasados y objetivos, el cómo ni el porqué de su permanencia en la fase cero o su ascenso a la fase 1 de la «desescalada».
Pero la sospecha de que no solo influyen razones sanitarias, sino notorios castigos políticos, se ha extendido. La palabra de Illa es palabra de Sánchez, y la palabra de Sánchez es palabra divina. Por tanto, hágase. O mejor, decrétese. Es más oficial y Ciudadanos le añade un plus de certificación democrática.
La rebelión autonómica contra Sánchez ya no es sorda, y la angustia de cada comunidad por recuperar su pulso económico ha dejado de edulcorarse cada mañana de domingo en los «zooms» diseñados por Moncloa para almidonar su discurso.
Los presidentes regionales han perdido el temor a ser tachados de antipatriotas inoportunos, y la guardia pretoriana de Sánchez ha agotado a los barones con sus silencios, sus evasivas, sus respuestas etéreas o sus embustes.