
CAMUFLAJE
Al día siguiente de ocurrir, empezó ya el camuflaje de lo que había sucedido en Cataluña, redoblado los siguientes. Encubridores de toda índole, simuladores profesionales, engañabobos y engañalistos nos dicen que «no fue para tanto», que «no se ha roto nada esencial», que «lo del 1-O fue peor», incluso que «se dieron pasos adelante», y cosas por el estilo para tapar el desafuero, a tal punto llega su desvergüenza.
Al menos los Comités para la Defensa de la República dieron la cara y aceptaron los porrazos para defender lo que buscan, mientras los capitanes araña que los habían lanzado a las barricadas escabullían el bulto y, ahora, los cómplices de la felonía intentan minimizarla. Es verdad que Barcelona no ardió, pero se convirtió en una ciudad prácticamente inmovilizada. Es verdad que el 1-O los porrazos los dieron policías nacionales y guardia civiles, y ahora, los dieron los mossos, autorizados por quienes entonces los inmovilizaron. Es verdad que todos los actos institucionales pudieron celebrarse, pero bajo un estado de alerta.
Y, lo más grave de todo: la rendición de facto del Gobierno español al de la Generalitat, que actuó de anfitrión de la entera farsa. Fue Torra el que recibió a Sánchez en el Palacio de Pedralbes, donde tuvo lugar la capitulación, al sustituir en el comunicado final, por exigencia de los anfitriones, la palabra Constitución por «seguridad jurídica» que puede ser cualquier cosa según se interprete.
En un marco tan resbaladizo, se disponen a continuar el «diálogo» sobre el «conflicto en Cataluña», cuando sabemos que el nacionalismo entiende por diálogo sólo una cosa: que se acepte su derecho a la autodeterminación. Se lo repitieron en voz firme y alta tras firmar el comunicado, sin que dijeran ni pío.
Arguyen estos encubridores que no hay que alarmarse porque la Transición se basó también en diálogo entre vencedores y perdedores de la guerra. Olvidan que tanto unos como otros aceptaron reconocer la Constitución que aprobara el pueblo español, que hoy no acepta el separatismo catalán. Es cierto que hubo concesiones por ambas partes y que existen equívocos en la Constitución, como el de «autonomía» y «autodeterminación», que tantos dolores de cabeza nos ha dado. Pero precisamente por eso debemos evitarlos.
Los avances que los simuladores apuntan -que las fuerzas de orden se impusieron a los violentos y que se han dado pasos hacia una solución pactada del problema- son verdades a medias, cuando no puro camuflaje. Primero, porque el secesionismo catalán, montado en el tigre del nacionalismo más rabioso, temía ser devorado por él, como ocurrió al vasco, sobre todo tras invocar Torra la solución eslovena.
Luego, porque han adelantado posiciones semánticas, terreno que va a ser decisivo en la batalla por la independencia. Por último, por tener enfrente al Gobierno español más débil en democracia, ¡y miren que era difícil batir al de Zapatero! Han logrado reconstruir el bloque que echó del poder al PP, es decir, anticonstitucionalistas y antisistema. En los próximos meses, puede que semanas, se va a decidir el futuro de España.
José María Carrascal ( ABC )
viñeta de Linda Galmor