
Señor Feijóo, ante el “lío” que usted se ha formado con los empresarios catalanes y el señor Bendodo, con las “plurinaciones”, y la “nacionalidades con historia”, o las “nacionalidades con Estado”, o la “DUI”, y el “Procés” y el 155 y doña Soraya y don Rajoy…
Le envío un escrito sobre cómo fue lo de introducir la palabra “Nacionalidad” en la Constitución de 1978, que considero urgentísimo que usted conozca, si no quiere que el PP se hunda en Andalucía, que al paso que va será lo más normal.
Así que pase y lea (y si es posible que lo lean también el gozoso señor Presidente Moreno y el dueño del cotarro de las elecciones, Elías Bendodo.
“Vuelve a hablarse de las Autonomías, y como siempre hay quienes las señalan como la madre de todos los males de la Transición y de la España actual, y hay quienes las defienden como la madre del “Estado del Bienestar”. Pero hay una cosa que está muy clara y por encima de ambos criterios:
BUENAS O MALAS, ESTÁN AHÍ… y ya no hay camino de retorno.
Es cierto que se pueden retocar para corregir o mejorar, en especial a la cuestión de las Transferencias, pero cambiarla ahora sería ¡¡¡Imposible!!!, pues sería una guerra civil.
Así que yo las doy como la realidad que son pues este Estado será ya para siempre el Estado de las Autonomías (bueno, en España decir para siempre es muy atrevido). Por cierto, que la Prensa se ha comido lo del “Estado del Bienestar”, tal vez para no tener que decir que el bienestar desapareció con la llegada del virus comunista.
Sin embargo, sí puedo decir, y digo, que los orígenes fueron el primer pecado que cometieron las Cortes Constituyentes, el nuevo Gobierno presidido por Suárez y los Partidos fuerte que hicieron la Constitución del 78, la UCD y el PSOE… y aquel “pecado original” tuvo un nombre: NACIONALIDADES. Pues al introducir las nacionalidades en el texto constitucional se estaba introduciendo el nacionalismo radical y el independentismo que ha envenenado y sigue envenenando lo que queda de la España que heredó la Monarquía actual.
Por eso, y llegado aquí, me voy a permitir reproducir varios textos que indica la razón de las dos mentes más lúcidas de aquellos momentos transcendentales para el futuro: los de Torcuato Fernández Miranda y otro de don Gonzalo Fernández de la Mora.
Del primero recojo las dos entrevistas que mantuvo con Suárez para evitar que se introdujese la palabra “Nacionalidades” en el texto.
Se ha escrito mucho, miles de artículos y cientos de libros, sobre cómo se engendró y cómo nació la Constitución de 1978, hoy todavía en vigor. Algo se publicó sobre las famosas reuniones secretas que al parecer tuvieron Abril Martorell, en esos momentos Vicepresidente del Gobierno, y Alfonso Guerra, el 2 del PSOE. Según se publicó por entonces ambos se reunían por las noches para acordar los textos de los artículos que se iban a debatir al día siguiente en el Congreso y algunos periodistas se mofaban de la pobre labor de los diputados de a pie de la UCD y el PSOE, que en las sesiones se limitaban a aprobar lo que ya le daban como aprobado.
Pero se ha escrito poco, muy poco, de las reuniones que mantuvieron, también en secreto, los principales protagonistas de la película: Torcuato Fernández Miranda, Adolfo Suárez, Felipe González, Sabino Fernández Campo y SM Juan Carlos I.
Naturalmente, yo no puedo hablar de todas las reuniones que sé que se celebraron ni de los «conciliábulos» que hubo entre los personajes que, de verdad, dirigieron la operación constitucional, pero sí puedo hablar de las que, por fortuna, fui testigo directo o informador privilegiado.
Porque fui testigo (y que nadie me pida papeles firmados y sellados, pues algunos de los protagonistas ya no viven y yo mismo estoy en la última curva del camino) de las dos últimas entrevistas que mantuvieron Fernández Miranda y Adolfo Suárez para hablar del tema «Nacionalidades», que se quería incluir en el texto de la nueva Constitución, así como de la charla que tuvieron «Don Torcuato» y «Don Sabino» Fernández Campo cuando ya no hubo solución en contra.
Se sabe que Fernández Miranda dimitió como Presidente de las Cortes tras las Elecciones Generales del «15-J» y que el Rey le agradeció los servicios prestados nombrándole duque de Fernández Miranda y concediéndole el Toisón de Oro, (máxima condecoración de la Monarquía) y además le nombró Senador como uno más del grupo de Senadores que podía elegir el Rey.
Es verdad que sus relaciones con Suárez ya no eran lo que habían sido y que el de Ávila ya no era la «marioneta» del año 1976. Sin embargo, todavía eran fluidas y casi amistosas. Tal vez por ello a «don Adolfo» no le molestó que, a petición de Torcuato, yo estuviese presente.
Julio Merino ( El Correo de España )