CORRIENDO EL TEMPORAL

Pedir ayuda al amigo en caso de apuros es el recurso más usado. Pedírsela a los enemigos, en cambio, ocurre sólo cuando la situación es desesperada o se intenta engañarle. Pedro Sánchez viene pidiendo ayuda al PP desde que la galerna de Covid-19 azota España con furia de pandemia.

En un principio, el Gobierno intentó capear, ofrecerla la menor resistencia posible a las olas con la proa, es decir, minimizándolas. Pero si el maretón arrecia, no hay más remedio que correr el temporal, escapar, darle la popa.

El único riesgo es que, al virar, la nave quede atravesada, expuesta a que olas y viento la hagan zozobrar. Para evitarlo, en los viejos veleros, se picaban a hachazos palos y vergas, arrojándolos al mar.

Con el Estado de alarma y posterior prohibición de toda actividad no imprescindible, Sánchez quiso evitarlo, para encontrarse con un segundo problema, puede que a la larga más grave: el confinamiento disminuye los muertos, pero ralentiza la actividad económica hasta dejarla reducida a la de la mera subsistencia.

Algo parecido al «¡La bolsa o la vida!» de los viejos bandoleros. Siendo sostener la economía tan importante como acabar con el virus. Si éste mata hoy, aquella lo hará mañana. Ante lo que Sánchez ha vuelto a corregir el rumbo, permitiendo reanudar la actividad en dos sectores claves, la construcción y la industria pesada, manteniendo el resto de las restricciones.

Y arriesgando que la epidemia rebrote, al aumentar la movilidad y los contagios, porque resulta que, a estas alturas, ni siquiera tienen mascarillas para todos.

Pero no son ésas las únicas preocupaciones en Moncloa, con ser grandes. El talón de Aquiles del Gobierno Sánchez es su propia composición. Su socio principal es alguien que, hace un año no le dejaba dormir, según confesó él mismo, mientras el resto de los apoyos le llegan de partidos nacionalistas que no ocultan sus intenciones de separarse de España.

Si éstos son abierta, obscenamente antiespañoles, aquéllos manejan planes que han arruinado a cuantos países los pusieron en práctica. Lo primero que hubiera tenido que hacer Sánchez si su oferta de pacto con el centro y la derecha fuese honesta, es la de los veleros de que les hablaba corriendo un temporal: cortar todos sus lazos con sus actuales socios.

Sin embargo, se niega, quiere el apoyo gratis, sin contraprestaciones. ¿Es un iluso o un tonto? Tanto da, pues le han dicho que ellos no son una cosa ni la otra y que unos segundos Pactos de La Moncloa no pueden ser para arruinar ni para desmembrar España.

Algo parecido le ocurre con los empresarios: los quiere en su pacto con los sindicatos. Justo después de hacer una escabechina entre pymes y autónomos, de causar enormes pérdidas a la gran industria y de hablar Iglesias de nacionalizaciones.

¿O es su situación tan desesperada que busca sólo una foto con ellos para aguantar hasta que la suerte vuelva a sonreírle? En un buscavidas como él, todo es posible, menos que diga la verdad.

José María Carrascal ( ABC )