CUANDO ALGUIEN DECIDE SER NADIE

Querido Eduardo :   Yo tampoco creí que hubiera tantos partidarios de la pena de muerte entre la gente que se dice progresista, pero ten en cuenta que, como bien matizas en tu desahogo, te refieres a los que se etiquetan de algo aunque no sea cierto, porque las ideológicas poco tienen que ver con la dignidad individual de las personas.

Me consta que sabes de lo que hablo porque hemos coincidido toreando en algunas plazas y por eso te voy a contar algo que jamás he compartido con nadie.

Cuando yo tenía 24 años la policia encontró en la Casa de campo de Madrid el cadaver de un primo mío, unos cuantos años mayor, que se había pegado un tiro en la sien. Era un tipo culto, inteligente y brillante que no soportó que un mes antes hubiese fallecido su padre .

Aquel día fui al tanatorio para reconocer su cadáver, y por primera vez en mi vida mire fijamente los ojos abiertos de un muerto e intenté comprender cómo había tenido los huevos de decidir acabar con su vida, porque hacen falta muchos cojones para matarse a sí mismo sin que una enfermedad grave y dolorosa te esté amenazando.

Desde aquel día he vuelto a mirar a la cara a otros muertos y ninguno me ha impresionado tanto porque todos se habían ido sin pretenderlo, pero solo mi primo eligió el momento y la forma de jugar a ser Dios.

La muerte es la pasión que más presente está en mi bibliografía porque es la única verdad demostrable, y por eso en mi último libro » El honor de los muertos», cito una frase de Manuel Chaves Nogales que aparece en el libro que escribió sobre el maestro Juan Belmonte, refiriéndose a su suicidio:

» ¿Qué sabe nadie, lo que pasa por la cabeza de nadie cuando decide ser nadie?»

No soy quien para hacerte ni siquiera una sugerencia, maestro Eduardo, pero, como se dice por el Sur, yo no le echo cuentas a la gente que no dispone ni de un minuto en su vida para sentir piedad por un prójimo que ha muerto descerrajándose un tiro aunque haya sido un miserable, porque hay quienes no conocen otra forma de pedir perdón .

Muchas veces he imaginado y comentado con gente cercana que cuando me vaya me gustaría que algo de mi quedase bajo una lápida para que pasados los años algún caminante ignoto al leer mi nombre pudiera decir » posiblemente fue una buena persona», pero ya sabes, amigo que algunos , a ratos , tenemos un ataque de ingenuidad .

Diego Armario