DEJAR FLUIR

Escucho a menudo esa hermosa frase: «Dejemos que las cosas fluyan». O: «Si no fluye es que no tiene que ser». O: «Tú déjate fluir». Y mientras, todo atascado. Todo sin hacer. Todo sin fluir. Porque las cosas jamás se mueven solas. Hay que moverlas, empujarlas, amasarlas, acariciarlas, amarlas para que ocurran. Los deseos no se realizan porque viene un mago y nos los cumple.

Y suele ocurrir que los que practican el «dejarse fluir» cargan de trabajo y responsabilidades a los otros, a los que transpiran la camisa y el alma para que las cosas se realicen, para que algo pueda fluir en el mundo. Ese dejarse llevar se ha convertido en una filosofía barata, un «ecologismo» de sofá. Porque quizá lo que sí fluye casi siempre es la televisión, internet o la nevera llena por otros.

Paloma Pedrero ( La Razón )