
La antiespaña lleva casi medio siglo tejiendo una red para atrapar a la que debiera ser una patria amada, salvo para los resentidos y dementes. Inconsciente, resignada o insensible, la ciudadanía duerme en las tierras de Babia. Los gobernantes socialistas, separatistas, filoterroristas, y sus cómplices de la derecha, no han dejado en todo este tiempo de mover hilos en la sombra, tejiendo -o matando- sin parar.
Todos soñando con la llave del poder permanente, con las arcas del Estado, con la corrupción generalizada que los librara de la cárcel. Una tras otra han ido desgranando las renuncias imprescindibles, cambiando superficialmente las cosas para dejar intacto lo esencial. ¿Y qué es para ellos lo imprescindible, sino sentirse dueños de las vidas y haciendas de la multitud?
¿Qué más anhelado sino hacerse los amos del servicio para decidir quién puede optar al momio y quien ha de quedarse a expensas de su voluntad? Una tras otra han ido urdiendo las intrigas, las traiciones, los chantajes.
Uno tras otro han ido dando los pasos hacia la meta. El pueblo soberano se ha quedado mudo, es un bulto amorfo. Sin dignidad ni remordimientos de conciencia por su apatía y su egoísmo, se ha convertido en masa electoral. Está muerto. Un pueblo puede sobrevivir a cualquier cosa menos a su renuncia a ser libre y soberano. Cuando llega el día de votar, hincha el pecho y elige y reelige a los más corruptos de entre los candidatos.
Y éstos lo aplauden, porque ha mostrado su civismo y la democracia funciona. Ha tenido ocasión, una vez más, de hacer contrición pública, de arrepentirse y purgar sus pecados, pero no ha querido. Hace años que ignora a propósito el funcionamiento de nuestro sistema político y la mentalidad de quienes mandan. Es un pueblo que se halla a gusto entre la podredumbre y el delito.
Mientras tanto, ríen en sus garitos los ventajeros. Y en el poder se turnan, con el objetivo de eternizarse en el solio hasta triturar a la nación que los mantiene. Y prosigue la orgía ideológica, televisiva y hortera. El agit-prop de unos caricatos malévolos que se llaman periodistas y políticos y no son sino humoristas de retrete que hacen burla de la vida, de la verdad, del talento y del buen gusto.
Una cohorte de analfabetos e inútiles, una masa coral de sodomitas, puris, pijos y perroflautas, envueltos en nesciencia y maldad. Todo en este escenario se halla vestido con los atributos de la ignominia. En el proscenio se desarrolla un baile de castrados, transexuales y sarnosos. Dirigen la farsa los chupadores del pueblo, los viejos impostores. Bienaventurados los falsos doctores, los falsos intelectuales, los gálicos hasta el hueso, los hinchados defraudadores, los crapulosos, porque ellos han alcanzado el poder y lo mantienen.
Parásitos, bufones, charlatanes, juglares del delito que buscan sus comidas gratis. En esta cultura salvaje del capital-comunismo que ha contaminado a la sociedad, también el mundo de la cultura forma parte del organigrama. En todos los ámbitos se ven seres humanos abreviados, ignaros boreales, bultos ciudadanos que caminan y son pacientes con el crimen.
Una humanidad que cambia libertad por seguridad sin comprender que también carece de ésta. Tropas de ciegos dirigidas por traidores. Camanduleros, hipócritas, despreciativos y despreciados. Un mundo donde se lleva a los hijos a la guardería, a los abuelos al asilo y luego sus habitantes se compran un perro para que les haga compañía. Una sociedad tatuada que va al gimnasio en coche para montar en una bicicleta estática.
Personas que a pesar de ser puntuales en la malevolencia, se les nota el retraso. Pero la Tierra sigue girando, arrastrada por los poderes fácticos, esa demencial plutocracia que subvenciona a la inmigración terrorista, a las zorrastronas locas y a las chonis poligoneras; los que embrutecen almas y difunden enfermedades, los que odian la vida y la armonía familiar. Los que crucifican a la Verdad.
El mundo se ha llenado de canallas interclasistas, jueces venales, guerreros domesticados, pontífices herejes y reyes sectarios. Y, en el reparto, mucho de todo ello le ha correspondido a España.
Dicen que es la democracia.
Jesús Aguilar Marina ( El Correo de España )