DIFAMAR

La difamación vive una época dorada. Nunca antes había sido un arma tan efectiva como hoy día. La calumnia sirve para extender una mancha, una sombra deleznable en la reputación que, pese a ser frágil, puede ir arreciando con el tiempo hasta convertirse en una auténtica tacha de la que, el difamado, no logre escapar fácilmente. El lema es: «Infama, que algo queda».

La inmundicia de la difamación injuriosa cae sobre la víctima inocente –que por lo general ni siquiera se lo espera, y por lo tanto no se ha protegido– como un jarro de agua sucia que siempre dejará alguna mácula. La insidia ha encontrado unos eficaces canales de producción y distribución de los que jamás había disfrutado. La tecnología facilita los recursos para generar, en un completo anonimato, las maledicencias más crueles.