
DINAMITA A NUESTRA DIPLOMACIA
El independentismo catalán no es mayoritario. Pero sí astuto y diligente en la defensa de su causa, en la que trabajan de sol a sol con la fe del carbonero. Ante la torpeza miope del Estado, durante años desviaron fondos públicos para defender internacionalmente su milonga, que es la siguiente: 1.- Un pueblo oprimido y expoliado (que casualmente se ha convertido en el más rico del supuesto país opresor y disfruta de un autogobierno único). 2.- Un pueblo que merece la autodeterminación (figura que no existe en derecho internacional salvo para situaciones coloniales). 3.- Un pueblo que suspira masivamente por la independencia (cuando la verdad es que hasta las encuestas sesgadas del Gobierno catalán reconocen que el independentismo no es mayoritario).
El Ejecutivo de Puigdemont y Junqueras montó una «red de embajadas», organizó conferencias-mitin por todo el planeta y trajo a remesas de periodistas a Barcelona, para convertirlos a su causa agasajándolos como pachás (de nuevo con fondos públicos, detraídos de la educación, la sanidad y otros servicios de los catalanes).
El resultado de esas campañas es que a veces ganaron alguna batalla internacional, pero nunca la contienda. España es un próspero y gran país del primer mundo. Aunque a veces su Estado semeje un paquidermo adormilado, esa percepción resulta engañosa.
El elefante es moroso, pero contundente una vez en marcha. La diplomacia española y el Gobierno no se quedaron vegetando ante la crecida exterior del separatismo. El Ejecutivo de entonces y nuestros diplomáticos se movieron y alcanzaron un importante logro: ningún país del mundo, salvo un par de excepciones rocambolescas, apoyó la causa del independentismo.
En una visita a la Casa Blanca, Rajoy logró que Trump, presidente de la primera potencia, lo condenase expresamente. Lo mismo hicieron Alemania, Francia y los mandatarios de la UE y el Europarlamento. Fue un éxito diplomático vital, porque deslegitimó la propaganda separatista y afianzó exteriormente las razones legales de la democracia española.
Ayer se conoció la sentencia del Tribunal Europeo, que no tiene ya efecto práctico, pues no permite que el sedicioso Junqueras incumpla su pena. Uno de los primeros comentarios que se escucharon es que la decisión judicial europea «arruina la imagen internacional de España». No es cierto.
Lo que sí la ha destrozado es la insólita decisión de Sánchez de convertir en socios de Gobierno a aquellos que presentábamos ante los grandes países como enemigos de la legalidad, pidiéndoles encarecidamente que no los recibiesen. Piénsenlo: ¿Cómo va a hacer frente ahora el Gobierno alemán, o el francés, al separatismo catalán cuando el Ejecutivo español lo ha convertido en su aliado preferente para gobernar España?
Ese es el imperdonable jardín en que nos ha metido Sánchez. Por colmar su egotismo de pernoctar en La Moncloa ha derribado en dos semanas el muro de contención exterior que con tan enorme esfuerzo había levantado nuestra diplomacia. Qué felonía, qué deslealtad a su país.
Luis Ventoso ( ABC )