
Y extraños sentimientos contrapuestos me invaden. Asombrado me quedo de lo que siento. La sensiblería que es común a quienes ya peinamos demasiadas canas debería presentarse con fuerza al ver el desarrollo de los Actos.
Son muchos años los que he vivido formando parte activa de nuestras Fuerzas Armadas, en la Armada en concreto, y muchas las vivencias : en tierra, en la mar, en el aire, en medio mundo, en guarnición, en ejercicios y en operaciones allende los mares.
Siempre llevando a España en el corazón y con el recuerdo imperecedero de los que nos precedieron. Razones más que suficientes para sentir emoción al ver nuestra Bandera y el desfile de nuestras unidades. No ha sido así. Una serena frialdad me ha invadido.
Triste pero real. Y yo me pregunto a qué es debido este sentimiento. Lo diré : a la sensación de que todo cuanto he visto es falso, todo un rancio “paripé”, nada es real , escepticismo en estado puro. La simbología ya no me impresiona como antaño lo hacía.
Tenemos una España rota en mil pedazos, una nación desestructurada, una nación sin rumbo, una España que desprecia su pasado e indiferente a su futuro. Y delante de mí veo a todos los responsables de esta lamentable situación teatralizando unos personajes de opereta. Lo siento . Imposible emocionarse con todo esto. Suena todo a falso.
Y sin embargo, por un momento, viendo en lo alto a nuestra Bandera recuerdo que la Patria no son estos que dicen representarnos sino el pueblo llano que abarrota las aceras, las generaciones que nos precedieron, los que antaño dieron su vida y su sangre por ser quienes somos hoy y los que serán en el futuro.
La Patria la veo en los jóvenes soldados que desfilan, esos que allá donde están saben cumplir con su deber sin reticencia alguna , los que no piden nada a cambio pese a ser maltratados por una administración nefasta. Son nuestros soldados de siempre, los que conquistaron un día el mundo e hicieron a España gloriosa. Están representados por esas Banderas regimentales que veo desfilar.
Sí, sentimientos contrapuestos los que me acechan . No puedo evitarlo.
Y termino estas prontas líneas recordando a nuestros caídos, a los mejores, que ante “Dios nunca serán héroes anónimos” , lema del viejo requeté.
Y como rezaba el poema : “ Dios que buen vasallo si hubiera buen señor”.
General Chicharro ( El Correo de España )