
A la izquierda no le importa nada de todo lo que está pasando. Como si tiene que morirse de hambre. A la izquierda solo le importa que la derecha no gobierne. El perfil de los necios; los únicos que perseveran en sus errores. Esto escribí en Facebook, a propósito de este chiste que corre por WhatsApp.
El silencio es equivalente al miedo. Es exagerado. Sólo somos cuatro los que no tenemos miedo, que es una imposición de la izquierda marxista para dominar al pueblo. El miedo marxista ya está impuesto en el pueblo. Esa mayoría silenciosa y atemorizada que nunca se levanta.
Un delito más de la izquierda perpetrado que como la mentira, o la violencia les funciona de maravilla para sus fines diabólicos. Está tan arduamente pergeñado el mal y la corrupción que costará demasiado derribarlo. Es increíble cómo la izquierda pudo adueñarse de la vida española.
Es increíble lo que está pasando con el idioma en Cataluña, por ejemplo. Es increíble el caso de Juana Rivas. Increíble que en el último mes Pedro Sánchez movilizó 54 veces el Súper Puma y el Falcon, para ir a actos del PSOE. Increíble que la pandemia volvió y España se encuentra en el nivel de riesgo alto de transmisión, (Más de 300 casos); increíble que no se enteren tantos de que mandan los enemigos de España, y de que sólo triunfa la maldad, la malevolencia, el odio y el rencor.
La estupidez es una enfermedad social, compendio de todas las maldades. Los estúpidos terminan estando enfermos de odio. Más de media España padece estas enfermedades tan difíciles de curar. Y ese es el origen de todos sus males. La presidenta de la Comunidad de Madrid, acaba de afirmar: «pedirle a un comunista que entienda de datos económicos, es como pedirle a un neandertal que entiende de Internet».
Sería como explicarle a un estúpido su enfermedad de estupidez. La estupidez es la forma de ser más dañina. Es peor aún que la maldad, porque al menos el malvado obtiene algún beneficio para sí mismo, aunque sea a costa del perjuicio ajeno. Lo decía el historiador Carlo Cipolla en la Tercera ley fundamental (ley de oro) de la estupidez:
«Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio».
¿Qué nombre poner al chiste de la portada? No existe la menor duda. La enfermedad de la estupidez es propia de la izquierda.
Y la estupidez trae la maldad; baste hacer un análisis comparativo: el montaje del bulo del culo -así conocido, hace unos meses-, y el estado de odio, acoso y derribo actual contra una familia y un niño de cinco años que quiere estudiar en español en Cataluña. En el primer caso, el ministro del Interior, el presidente y toda la jauría salieron como perros de presa contra la «extrema derecha».
Luego se descubrió que era falso y callaron como muertos. Igual que ahora callan ante un caso flagrante de odio en Cataluña. Antes del asunto del bulo, pasaron varios casos similares y su reacción fue la misma. ¿Se puede encontrar mala gente peor que ésta?
Se puede escuchar el testimonio de Ana Moreno, la madre que pidió en 2015 más clases de castellano para sus hijos, en Balaguer (Lérida) Sobran casos para hacer una análisis comparativo y ver cómo es la justicia según la izquierda.
Borran y condenan a la inexistencia todo lo que no les interesa. Tal es el aniversario de Paracuellos, del que todavía no lo sabemos todo. O el fusilamiento de Muñoz Seca: «para humillar a su figura le cortaron los bigotes», que cuenta su nieto, Alfonso Ussía.
Las fosas comunes olvidadas de las víctimas del terror rojo, o el mayor genocidio de la Guerra Civil, eso no interesa nada a los herederos del Frente Popular que empezó a matar e hizo estallar la guerra. Los individuos de izquierda son tarados mentales, y en ellos caben todas las estupideces y maldades. Son mala gente, aunque les gusta disfrazarse de buenos y contar unas mentiras que ellos (y ellas y elles) son los primeros en no creer.
Tirar piedras al propio tejado o hundir la barca común, eso es lo que les encanta, aún sabiendo que también van a ser perjudicados. En la negación de su espíritu destructivo no caben dos alternativas. El imaginario de izquierdas nadie lo sabe, ni existe nada en la realidad que pueda parecerse. Su gusto concreto no existe, por eso todos los demás gustos le parecen mal. Lo suyo es algo sin pies ni cabeza.
Convencidos de que el Estado tiene que protegerlos, no les gusta el trabajo a los de izquierdas, y difícilmente puede encontrarse un comunista que sea trabajador. Que le guste hablar de los trabajadores, sí, y es su constante y donde reside su contradicción. No admiten que la naturaleza no ha parido dos seres iguales, y predican la igualdad en la que no creen.
Cuando consiguen el poder económico, véase el gran Wyoming, olvidan su status poderosos y siguen predicando lo de siempre, que les da dinero. La política es el medio de vida de la izquierda, predicar una cosa y hacer la otra, pero siempre forrarse a cuenta del dinero público de los demás. Como farsantes no tienen precio los que se instalan en el capitalismo predicando el comunismo.
Se divide en multitud de ramas o colectivos que vía subvención se llevan el dinero público y forman un largo entramado, tan inservible a la sociedad como inexplicable: feminismo, LGTBI, animalistas, etc., y partidos regionalistas y separatistas, comunistas y terroristas como BILDU, múltiples perfiles, bajo el signo común de ser de izquierdas, «progresistas», para sí mismos, que se hacen grupos de presión y luego partidos políticos, porque todo va a parar al dinero.
La batalla que se libraba en las barricadas, ahora está en la administración. El poder económico y el político son sus metas. Lo demás son utopías y sus mentiras o maniobras de unos medios para conseguir los mismos fines.
El origen de todo es su estupidez, aunque son muchos los que no materializan un status superior pero votan siempre al mismo lado.
Fígaro ( El Correo de España )