
EL REGAÑADOR.
Perviven costumbres y tradiciones en la diplomacia tan obsoletas como ridículas. Una de ellas, la de convocar a un embajador al Palacio de Santa Cruz para regañarle por algo que no ha dicho el embajador. El máximo representante del gorila Maduro en España ha sido llamado, por enésima vez, para que acuda a la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Llega, es regañado con mucha cautela, y posteriormente se va de vinos y piscolabis por los mesones del viejo Madrid.
Otra cosa sería si en lugar de regañar al embajador de un grosero, se le propinaran un par de collejas. En tal caso, los mandatarios de las naciones que mantienen relaciones al máximo nivel, no dirían tantas tonterías. Porque lo de hacer un rosario con los dientes de Rajoy es una bobada que no se puede tener en cuenta.
Alfonso Ussía ( La Razón )