
Desde que se hizo la foto del teléfono, Pedro Sánchez «está en permanente contacto con las instituciones europeas a la hora de responder y compartir información». Lo repitió ayer, justo después de que buena parte de los líderes europeos con los que compartía cumbre en Bruselas fueran convocados por Joe Biden para hablar en privado de Ucrania y lo dejaran solo, en modo avión, sin cobertura.
Es la tercera vez que el presidente de Estados Unidos margina a Sánchez de la estrategia aliada de la crisis ucraniana, de la que ha excluido a España por los antecedentes de una retirada de Irak que en la Casa Blanca aún figura como hazaña bélica, por la indisimulada actividad que desarrolla Zapatero en
la operación de blanqueo de las satrapías iberoamericanas o por la cohabitación del comunismo en el Ejecutivo de una nación integrada en la OTAN. Todo suma. No es raro que lo mismo que a Pedro Sánchez le quitaba el sueño, lo de Podemos, le dé alferecía a quien padece narcolepsia y se queda traspuesto.
Orgánicamente, Joe Biden no es muy distinto a Sánchez, pero políticamente no tiene las mismas ataduras, lo que le permite prescindir de socios que manifiestan distinta sensibilidad, que diría María Jesús Montero, y dejarlos en el pasillo.
El presidente del Gobierno coge el teléfono, hace como que pone una conferencia y llama al fotógrafo para fingir que está ‘en permanente contacto’, sepa Dios con quién. Le da lo mismo. Mientras posa, es España la que se queda desconectada, sin cobertura, en su transformación digital.
‘Deje su mensaje’, dice una voz grabada.
Jesús Lillo ( ABC )