ESPAÑOLES SIN COMPLEJOS

Bajo un mar de banderas agitadas por el vientecillo de febrero y un sol asomando entre las nubes a contemplar el espectáculo, una multitud abigarrada, decidida y sin complejos pidió que se le devuelva su patria. Los había de todas las edades, condiciones, clases sociales y procedencias, pues llegaban de los más distintos y distantes lugares.

Algunos han dormido en el autobús, lo que no disminuía un ápice su entusiasmo. Había un brillo especial en sus ojos, al saber que este domingo era una fecha importante en la historia y deseaban participar de pleno en ella para poder contárselo a sus hijos y nietos o a sus padres y abuelos que, por las razones que fueran, habían tenido que quedarse en casa. Pero venían sobre todo a dar un sí rotundo a España, a la verdad, a la realidad, y un no igual de rotundo a la mentira, el chantaje y las concesiones a quienes intentan romper su país, venderlo o enajenarlo.

Convocados por los partidos que se han comprometido a defenderlo, su líderes se quedaron a pie de calle para dejar muy claro que éste no era un mitin partidista, que allí no se buscaba un objetivo electoral, sino el bien de la nación, olvidado en mayor o menor grado en la refriega política.

Serían por tanto tres periodistas los encargados de lanzar el manifiesto del encuentro multitudinario: Carlos Costa, María Claver y Albert Castillón. En distintos tonos, vinieron a decir lo mismo: que los españoles estamos hartos de ser engañados. Que basta ya de hacer concesiones a quienes intentan trocear España y que Pedro Sánchez debe convocar elecciones cuanto antes, como prometió antes de ser elegido presidente de Gobierno, y renegó de ello al día siguiente.

Con el agravante de haber iniciado negociaciones con los independentistas para las que no está autorizado, haber aceptado de ellos demandas anticonstitucionales y haberlas ocultado a los españoles hasta que sus interlocutores las hicieron públicas. Una triple traición.

Traición que se une al cinismo de acusar a los partidos convocantes de la manifestación de «estar dividiendo a los españoles». Cuando quien los divide es él, al negociar con quienes no quieren ser españoles. La desvergüenza de este hombre no tiene límites. Como su ignorancia.

Puede ser el más alto, el más guapo, el más osado, pero no hay duda de que es también el más simple, el más tarugo, como demostró no ya con su tesis doctoral y el libro que acaba de publicar, confeccionado por una de sus ayudantes, que sería lo de menos, sino porque no ha hecho otra cosa que equivocarse desde que llegó a La Moncloa. Ni siquiera ha sido capaz de sacar a Franco de su tumba, que tampoco es fundamental.

Lo grave es que está jugando con la integridad de la nación, con soberanía de su pueblo y con la estabilidad de su economía como un perfecto irresponsable. Una representación de ese pueblo le dijo ayer «¡Basta!» desde la plaza de Colón madrileña. Me temo que no les oiga y siga equivocándose.

José María Carrascal ( ABC )

viñeta de Linda Galmor