
FIN DE AÑO
Que nos deja dos decepciones. Una, con los catalanes. Aunque el gentilicio engaña, porque me refiero a menos de la mitad de aquellos a los que podría aplicarse. Los decepcionados somos quienes les admirábamos con aprecio por su forma competente y productiva de ser “de los nuestros”. Mas allá del enfrentamiento político en sí, es deprimente hoy comprobar su nula empatía con quienes hemos recorrido junto a ellos tanto trecho. Aunque tuvieran la razón que les falta, echaríamos de menos un suspiro en la despedida y sobrarían varios relinchos de arrogancia satisfecha… Segunda decepción, la prensa europea, a la que tenemos en el altar de las admiraciones acomplejadas.
De nuevo con excepciones, claro. Les hemos visto comprar sin remilgos la Cataluña de contrachapado y purpurina de los separatistas, convertir en masacre una intervención normalita de la policía, sacar a Franco como a la serpiente de mar veraniega cuando faltan noticias… Y, sobre todo, no mirar por su propio patio europeo, tan amenazado como el español.