
HABERLAS, HAYLAS
Sería un pelotazo conocer quién es la bruja o vidente que le lee las líneas de la mano o le echa las cartas a Pedro Sánchez, porque estoy convencido de que tiene una que en cualquier momento le va a quitar el puesto al sobrevalorado Iván Redondo, aprendiz de Rasputín que ha encontrado un chollo en la simpleza de los políticos del PP y del PSOE que le han contratado.
Lanzo esta ocurrencia al aire porque casi todos los personajes obsesionados con el poder han acabado por confiar mucho más en un vidente que en un Tezanos que les calienten la oreja con lo que quieren oír, aunque la metodología que utilizan ambos es muy similar .
Desde siempre las brujas han estado muy cotizadas en el ámbito del poder, y sus clientes, contrariamente a lo que algunos pudieran pensar, por lo general son gente culta y adinerada que teme perder la situación de poder, la salud o la racha de buena suerte que les ha permitido llegar al lugar de privilegio que ostentan. Cuando sucede eso sobran los consejos de expertos de verdad, que también se equivocan pero por lo general no juegan a la ruleta rusa con el futuro de un país.
Franco, Jordi Pujol y Hugo Chávez han sido dirigentes políticos que consultaban sus decisiones con visionarios de lo incierto, según cita referida por Iker Jiménez en el programa Cuarto Milenio, pero también se habla de Abraham Lincoln o de Vladimir Putin como personajes que consultaban su futuro .
Hoy escribo sobre este tema porque por razones profesionales también me he acercado a ese mundo en varias ocasiones, siempre acompañado de colegas que conocían a quiromantes o echadoras de cartas que, según parece son más expertas que los Nostradamus del siglo XXI.
He conocido a personajes que manejaban con altos niveles de credibilidad estos asuntos, y a veces lo hacían incluso con objetivos terapéuticos , pero también es cierto que el mundo de esoterismo se presta al timo de la estampita o el tocomocho y que no existe víctima más facilona para que sea embaucada que un psicópata del poder que, por naturaleza es desconfiado, sospecha de sus colaboradores más íntimos y necesita que le caliente la oreja alguien a quien no consideran rival.
Pedro Sánchez tiene toda la pinta de ser un adicto a ese mundo de las casualidades beneficiosas, las chambas rebotadas, y los futuros amañados, y por eso necesita alimentar su destino con el soplo de las buenas venturas que sale de un pozo de sabiduría indemostrable de unas brujas que… haberlas aylas.
Diego Armario