
ILUSTRES IGNORANTES
En España mucha gente tiene el complejo de no hablar idiomas y para disimularlo lleva a cuestas una mochila de mercadillo con palabras foráneas que han aprendido de tanto escuchárselas a algunos de los más conspicuos exhibicionistas de la estupidez nacional.
Por no andarme mareando la perdiz como hacen los que amagan y nunca dan, diré que la más reciente retahíla de puñetazos al diccionario castellano en inglés se la escuché hace unas horas a Javier Sardá, que es uno de esos personajes que, degenerando, degenerando, ha pasado de ser un comunicador brillante con el ingenioso personaje “El señor Casamajor”, a actuar de comparsa en cualquier sitio donde le llamen para hacer bulto.
Estaba invitado a un programa en el que había algunos cómicos de verdad , como Raul Cimas, y de otros pega, y durante la entrevista que le hicieron dijo más veces la palabra “fake” que Donald Trump en sus ruedas de prensa.
Como vi el espacio ya empezado no puedo asegurarlo pero posiblemente con anterioridad se disculpó por hacer un “spoiler” de la última película que había ido a ver, se refirió a la generación de los “dreamers”, como ese grupo de jóvenes soñadores que emigran en busca de una mejor vida, prometió que “never again” iría a comer a un restaurante tailandés y le dedicó un “fuck you” a uno de sus compañeros de mesa que le había llevado la contraria.
Una vez que doy por aceptado el párrafo anterior como una licencia literaria que me ayuda a subrayar un exceso cursi que se ha generalizado en el modo de hablar de demasiados ilustres ignorantes , reclamo el reconocimiento del castellano como uno de los idiomas más cultos, ricos, bellos y lleno de matices que existe en el universo cultural.
Muchas de las mejores obras literarias están escritas en nuestra lengua, y quienes son víctimas de una estúpida invasión de palabras sueltas de otro gran idioma como es el inglés no acreditan un mayor conocimiento lingüístico sino el complejo de inferioridad de quienes hablan un castellano deficiente y un inglés de barra de bar o ligue barato.
No creo que se trate solamente de una cuestión generacional porque esa costumbre de incrustar palabras o expresiones anglosajonas en el lenguaje coloquial de nuestra lengua la practica gente joven que habla inglés y carrozas disfrazados de modernos que nunca pasaron de decir correctamente “te invito a un güisqui en el pub de la esquina”.
Tal vez sea un sueño frustrante, por inútil, que los periodistas hablen y escriban correctamente nuestro idioma, pero explicar el por qué de mis desvelos me conduciría a hundirme aún más en la melancolía… y no estoy para esos excesos.
Diego Armario