
INSUMISOS
Sobran los mamporreros profesionales, los propagandistas a sueldo, la clá organizada que aplaude incluso cuando su jefe o jefa se equivoca y dice por error algo contrario a lo que había pensado. Lo que ahora funciona es la figura del espontáneo que ha asumido el compromiso de defender el honor inexistente del jefe de la manada.
Es cierto que con esta nueva figura se ha perdido en calidad de análisis y en belleza del lenguaje, porque hasta para hacerle la ola al jefe – por no emplear otro término más descriptivo que podría herir la sensibilidad de los aludidos – se necesitaba un cierto nivel profesional, capacidad argumental y un uso estético en la elección de las palabras, pero en estos tiempos de encefalograma plano basta con insultar, bramar o buscar una disculpa de una mala acción recordando que en la fila de enfrente también existen personajes indignos y conductas reprobables, para tener el carné por puntos del buen julandrón que en este trabajo de felador del poder, unas veces hace a pelo y otras a pluma.
El otro día escribí aquí sobre el patriotismo y usé como referencia la historia de un cubano culto que jamás se fue de la Isla y sentía el orgullo de hablar bien de las cosas buenas de su tierra, sin necesidad de mentirse ni mentirle a nadie sobre quiénes la gobernaban. Hoy vuelvo a recordarlo porque es el ejemplo de un insumiso en una tierra de dictadores donde la disidencia es literalmente un pecado mortal.
Allí en Cuba, ser disidente se convierte en un acto heroico, en cambio en España es una opción libre y legítima aunque los mamporreros de guardia se rebelen contra ese derecho cuando lo ejercen otros.
Discrepar contra cualquier gobierno de derechas o de izquierdas, debería ser simplemente un acto de dignidad, porque defender sin fisuras la acción de un ejecutivo, denota una ausencia total de capacidad crítica y el deterioro de la decencia de quien así se comporta. Pero les da lo mismo. Guardan en su mochila unos cuantos insultos para el disidente y otra cantidad simular de disculpas y elogios para el político al que lamen sus sucios pies.
El tránsito de ciudadano a hooligan es un trecho que algunos en política traspasan con mucha facilidad. Desconocen el primer estadio de este proceso porque jamás han creído en la democracia convencidos de que el compromiso con la libertad no incluye reconocer al disidente.
Muchos de ellos exhiben al Che Guevara como a un héroe y sacan a pasear su imagen en sus camisetas el Día del Orgullo Gay pero ignoran quién fue Reinaldo Arenas , aunque les da lo mismo porque el símbolo importante es un barbudo que nunca creyó en la libertad de los demás y en el derecho a llevarle la contraria al poder.
Diego Armario
Imagen de Reinaldo Arenas