
Hijo de Satanás es una de las lindezas que más se repite en la calle, cuando la gente de a pie advierte el perjuicio que el maligno sinvergüenza ha ocasionado sin perdón de Dios.
El último suspiro del miserable será una celebración de justicia divina porque cuando Pedro Botero sujete a los cancerberos y abra las puertas del infierno para recibir al inútil Pedro Sánchez, las calderas estarán hirviendo prestas a rehogar el ego del miserable, quien antes habrá dejado oír sus alaridos entre el exiguo espacio del ataúd donde sentirá sin remisión la asfixia del alma.
Enterrado con la satánica corrupción que en los orígenes plantaron los padres del Playbol, el marrullero y avieso arribista del demonio, contemplará aterrado el destino sulfúrico después de haber campado a sus anchas con su pútrida desfachatez de rasgos psicopáticos.
Acompañado estará por la pandilla bolivariana, sembradores de cizaña, ventajistas hediondos, ricos epulones que terrenamente cavan sus fosas eternas donde sufrir sin esperanza, la misma que consumen a millones de sufridos ciudadanos asqueados de esa amalgama de espíritus deformes, demonios humanos, basuras sin reciclaje listas para su Juicio final.
La muerte es una gran recompensa para la indefensión de las víctimas. Loado sea el día en que finiquitadas las tramposas andanzas de fulanas con rango prostituido de ministras, recojan las siembras del terror para tan frívolas y nauseabundas cosechas, seguramente delictivas y encubiertas por no menos demoníacos leguleyos y funcionarios sectarios.
El fullero aliado de las peores maldades se acompañará de esta troupe de payasos asesinos, genocidas, que ocultaron desde un desgobierno criminal el número de fallecidos durante la plandemia del Covid para especular con la politización del dolor.