JUGANDO CON TRAMPOSOS

De ser verdad lo que dice el Gobierno a través de sus múltiples y variopintos portavoces, lo peor ya ha pasado o, dicho en el lenguaje científico que se gastan, «la curva empieza a aplanarse», «lo peor queda atrás», «empieza a verse luz al fondo del túnel», tan metafóricos nos han salido.

Claro que, luego, curándose en salud, nos advierten con la mejor de sus sonrisas de que «esto puede variar, naturalmente», «hay que esperar a que se consolide la tendencia» y «desde luego, no puede bajarse la guardia». Y tanto que no se puede.

Ayer mismo, los muertos han vuelto a subir y si empiezan a descongestionarse las UCI, el número de contagiados sigue subiendo, claro que nos lo dulcifican añadiendo que el de «altas» se ha disparado. Sin decirnos que aún no sabemos si los dados por sanos volverán a enfermar, tan poco sabemos del Covid-19, pese a los estudios sobre él en laboratorios de todo el mundo.

No hago estas advertencias por afán de aguafiestas sino por simple precaución. Esta epidemia cesará, como todas, más pronto o más tarde y ojalá sea cuanto antes. Pero ya saben el adagio, «hay tres formas de mentir: diciendo una mentira, ocultando la verdad y por medio de estadísticas». Y este Gobierno es experto en las tres, especialmente en la última.

Él mismo tiene que rectificar las cifras cada poco, las que maneja no coinciden con las que dan las autonomías y desconocemos cómo se cuentan los muertos. Lo único seguro es que este Gobierno está mintiendo desde antes incluso de formarse y que ha lanzado una campaña publicitaria que ríanse de la de los detergentes, hasta el punto de que de seguir hasta fin de mes, en cuanto aparezcan en la pantalla un par de ministros, un par de uniformes y un par de expertos, los espectadores preferirán un partido o un serial del siglo pasado, pues duermen a las ovejas, repitiendo de todas las formas posibles que «se ha hecho todo lo posible» y «el Gobierno no dejará a nadie atrás».

Bien está que se nos informe, pero eso no es información, es publicidad. Me recuerda lo ocurrido hace unos 80 años en el cine Central de Lugo, en una película sobre Escipión el Africano. Se había librado la batalla de Zama y sobre una escena de infinitos cadáveres se oyó el grito de «¡Aníbal ha sido derrotado!», repetida desde distintos enfoques.

Hasta que, desde el gallinero, donde yo estaba, alguien advirtió «¡Xa o sabemos!», coreada al instante por la entera sala, hasta el punto de que el cámara decidió acabar la película sin el «Fin» tradicional. Tantas ganas tienen Sánchez y su grupo de gritar «¡El virus ha sido derrotado!» que me temo que se olviden de explicarnos cómo es posible que haya causado en España más muertos que en ningún otro país excepto Italia.

Pero como es habitual en él y como los españoles tenemos tan mala memoria, nadie le pedirá cuentas. Lo malo es si la derrota se pospone o los costes son inasumibles.

José María Carrascal ( ABC )