La palabra agonía viene del griego («aywo», «agón») y significa lucha, combate, guerra. Y así la define la Real Academia de la Lengua (RAE). También los romanos hablaban de ‘la agonía de la libertad’ en este sentido. Se lucha por conseguir la Libertad. Aunque a decir verdad en esto de la lucha por la libertad ha habido a lo largo de la Historia mucho fariseísmo: los revolucionarios franceses luchaban por la libertad y se inventaron la guillotina para cortarles la cabeza a los que no pensaban como ellos.

Los revolucionarios rusos decían luchar por la libertad y acabaron con todos los que no se hicieran comunistas. Los republicanos españoles de los años treinta se llenaron la boca de libertad y lo que querían era acabar con todos los que no pensaran como ellos. Los franquistas defendieron aquello de «España, una, grande y libre» y fusilaron o metieron en la cárcel a los que no saludaran brazo en alto. Agonía sí, pero siempre para nosotros.

La Iglesia y el Cristianismo le dieron a la palabra otro significado. Ya no era la lucha por la libertad sino la lucha contra la muerte. Agonía pasó a ser la lucha que viven los seres humanos cuando ya están entre la vida y la muerte.

Quizás todo comenzó cuando se pusieron de moda las crucifixiones, pues no en vano lo que sufrían aquellos pobres desgraciados antes de morir era una verdadera agonía. El primero de ellos el Jesús del Gólgota. Esto lo estudia mejor que nadie nuestro don Miguel de Unamuno en su obra famosa ‘La agonía del cristianismo’. Para el vasco la historia de la Iglesia cristiana es una verdadera agonía, pues también en nombre de Cristo se aplastaba a los herejes.

Pero, yo no me quiero referir a este tipo de agonía que lucha por ‘algo’, sino a esa agonía que ya está en fase terminal si no ocurre un milagro (y yo no creo en los milagros). Es esa agonía del enfermo que ya sabe que su enfermedad no tiene cura y lo único que puede hacer es esperar que le llegue la muerte sin sufrir mucho. Porque esa es ‘la agonía de España’.

Aquí ya se sabe que el enfermo no tiene arreglo ni esperanza, que sus múltiples enfermedades ya tienen el cuerpo minado y a la espera de que las constantes vitales caigan a cero y se pare el corazón. El cáncer de las Autonomías conduce a algo mucho peor que el desastre del 98 o la Guerra Civil del 36, conduce a la desaparición de España, al menos la España de los últimos 500 años.

Porque ese cáncer (¡ay, don Adolfo¡) ha contagiado a todas las Instituciones del Estado y ha acabado con todas las defensas posibles (¡ si ya no hay ni ejército¡). Y ahí se incluye también a la Justicia, a la Iglesia, al capital, a los  sindicatos y hasta a la propia Monarquía.

Todo es ya una agonía, una espera interminable. ¿Se imaginan ustedes las AGONÍAS que va a vivir España los dos años de mandato que le quedan al incompetente señor Sánchez? . Seguro que va a ser peor que la agonía de Cristo en la Cruz y además sabiendo ya que al final sólo queda la muerte del crucificado.

¿Pesimismo?. No, realismo. Porque tampoco el sistema tiene a alguien capaz de pegar un puñetazo en la mesa y acabar con la farsa. Y los Partidos Políticos ya están también inundados por el cáncer. Volvemos a la parábola del cascabel y el gato.

Sí, Memoria Histórica. Agonía lenta que es la peor de las agonías.

Julio Merino ( El Correo de España )