LA ESPAÑA QUE MUERE, LA QUE BOSTEZA Y LA QUE PLAGIA

Creíamos que los españolitos que vienen al mundo se encontraban entre una España que muere y otra España que bosteza. Pues no, señores. Hay una tercera: la España que plagia. Es más, hay una cuarta que es la España que se plagia a sí misma, que ya es de nota. Caso notable de autoplagio es Julio Camba, que volvió a publicar los mismos artículos dos o más veces, ha escrito Arcadi Espada.

Pero es que, por poner sólo un ejemplo, aseguraba Clarín, en su respuesta a quien le acusaba de haber plagiado con su Regenta a la Madame Bovary de Flaubert, a Shakespeare le encontraron 6.043 versos que eran originales de 1.771 poetas que le precedieron. De esto de los plagios no se libra nadie.

Lo que no es tradición, o autobiografía, es plagio, sentenciaron Eugenio d’Ors y Pío Baroja, respectivamente. Hasta a Cervantes le encontraron vestigios de plagio desde el principio de su Quijote, por dejarlo aquí, que el que quiera que se haga con El plagio en la literatura, publicado en Cádiz en 1893 por Mario Wampersin.

¿Qué se puede esperar de una nación que permite que, impunemente y por la cara, su presidente del Gobierno en funciones no haya explicado siquiera el 20 o 22 por ciento de contenido plagiado una tesis doctoral? ¿Qué se puede esperar de unos ciudadanos que, si se hace caso a lo que dice Tezanos, piensan votarle más todavía a pesar de su espectáculo plagiado del desentendimiento con su izquierda podemita?

Es una pena, porque no hace mucho hubo una España creativa y original que escribió un hermoso canto político sobre cómo reconciliarnos todos tras una guerra terrible. Pero en vez de seguir aquel camino que animó a muchos y maravilló a todos, España va camino de plagiarse a sí misma en lo peor de su historia, el duelo a garrotazos.

Ahí tienen a una izquierda que no sale del siglo XIX y del sectarismo krausista, leninista y castro-bolivariano, incapaz de ser nacional, de ser moral y de ser democrática y respetuosa con el marco común de convivencia. Y ahí tienen a una derecha, dividida por personalismos, inútil para la defensa de la democracia y de la unidad nacional sin generosidad alguna para trazar un mapa del futuro.

O sea, que volvemos a plagiarnos a nosotros mismos, a nuestras dos, o tres, Españas cainitas y nuestra tozuda voluntad de autodestruir una de las naciones más destacadas de la historia del mundo. Esperemos que la convicción de Bismarck –aquella de que España es indestructible–, sea certera. Por nosotros no quedará, desde luego, el empeño insistente de acaba con ella.

Pedro de Tena ( Libertad Digital )

viñeta de Linda Galmor