
Hace años vi la película “La Guerra de los Rose” en la que un matrimonio se divorcia a hostias y los espectadores se parten de risa.
La nueva versión a la española de este film que están emitiendo en directo todas las televisiones, tiene menos gracia que el original porque sus consecuencias en vez de salpicar a una familia sin hijos, como los Rose, afectan a varios millones de ciudadanos que asisten atónitos a un espectáculo poco edificante.
La prensa de centro derecha ha tomado partido contra la dirección del PP, y la que se dice de izquierda también, aunque éstos han renunciado a respetar la presunción de inocencia de Isabel Díaz Ayuso, no vaya a ser que pierdan la subvención, y no me sorprende porque cuando en un país sus periodistas copulan con sus políticos y viceversa, el resultado es la propaganda en vez de la información.
Una generación de mediocres miopes e inmaduros que han confundido el ejercicio del poder con su aprovechamiento personal sin rivales en el horizonte , es la quie tienen en sus manos los destinos de este pais y por eso los políticos de hoy no llegan a la categoría de penenes.
Los nuevos jefes de los partidos –llamarles “líderes” sería una demasía- son personajes sin pasado y con incierto futuro, entre otras razones porque se han cargado a los que tienen entre 50 y 60 años para que nadie les haga sombras, y por eso Pablo Casado no ha tenido a nadie con madurez y experiencia que le advirtiese que estaba cometiendo el error de su vida política.
Los que se alegran de esta situación son unos insensatos porque con una oposición rota y un gobierno sin freno hacia el abismo llevamos camino de la insustancialidad en Europa y en el mundo, pero quizás los merecemos, porque los consentimos.
Añoro a los filósofos griegos que conocían el valor de las cosas importantes y por eso Diógenes rechazó la oferta que le hizo Alejandro Magno de concederle cualquier deseo que le pidiera. Su respuesta fue: “Deseo el sol. Apártate, por favor, que me lo estás tapando”, a lo que el Rey de Macedonia respondió: “Si no fuera Alejandro, querría ser Diógenes”.
Diego Armario