Los grandes farsantes de este mundo en riesgo son muy aficionados al pleonasmo y tal vez por esa razón no nos tomamos muy en cuenta sus exageraciones verbales, pero si escuchamos al anciano Biden, al  noruego secretario general de la OTAN  Stoltenberg, al catalán alternativo Borrel o a cualquier de los ministros de defensa de Occidente, estamos en vísperas de una guerra entre potencias nucleares  que por ahora solo piensan utilizar armas convencionales con las que morirán no se sabe cuántos  miles de ciudadanos a causa del conflicto con Ucrania.

Lo de apretar el botón nuclear desde Washington o Moscú sería un suicidio colectivo y no sucederá porque quienes puede tomar esa decisión tienen un gran aprecio a la vida. Putin, que es un dictador disfrazado de nacionalista compulsivo, utiliza el viejo adagio latino si vis pacem para bellum  ( si quieres la paz, prepárate para la guerra),  y en ese juego peligroso me admira la dignidad y el estoicismo de los ucranianos  y  me sorprende la ingenuidad y la  ignorancia de los ciudadanos de otros países europeos que creen que esa fiesta de fuego no va con ellos.

Resulta llamativo que mientras se incendia Roma Nerón toque la lira, o dicho con otras palabras, que los políticos de los países que podrían ser afectados por este conflicto de carácter mundial estén jugando al Monopoli con sus pueblos en vez de ser conscientes de que vivimos unos tiempos en los que los pueblos necesitan grandes líderes en vez de fantoches irresponsables.

No estoy hablando de prepararse para la guerra, que en ese supuesto es un riesgo en el que se implican los bloques nacionales a través de sus alianzas militares. Hablo de entender que los nuevos tiempos que vivimos precisan de líderes de talla que hoy no existen, porque la mediocridad es única epidemia para la que no existe más vacuna que la responsabilidad.

Por cierto, no sé dónde están los del NO A LA GUERRA, porque callan como barraganas cada vez que sus principios resultan incomodos al poder al que son más afines. En circunstancias como éstas algunos activistas de pose según convenga a la subvención,  dejan de ponerse la pegatina reivindicativa si el gobierno de turno es del Psoe y Unidas Podemos. En ese caso, prefieren bajarse los pantalones.

Diego Armario