No hace muchos días alguien me comentó que un hijo de puta -con perdón de las putas, por supuesto-, de esos “valientes” de la ultraizquierda, incluso de la izquierda miserable, que ocultan su identidad tras un alias y de esa forma se permiten, con total impunidad, insultar, agraviar y poner en la picota a todo aquel que no se someta a la dictadura de sus ideas trasnochadas, había colocado en la red Twitter una relación de las que, en su ignorancia perversa, este mal nacido o mal nacida, refería las que el individuo/a en cuestión define como familias “fachas” de La Coruña.

También me contaron que pronto aquel mensaje desapareció de la red, ignoro si fue por propia iniciativa del bastardo/a de turno o simplemente porque la red social lo consideró un mensaje incitador al odio.

Lo cierto es que, entre los nombres de varias familias muy conocidas de La Coruña, figuraba el mío al que anteponía el calificativo de “puto” y concluía con el de “falangista”.

Está claro que la intención de este anormal ignorante era denigrar mi persona, algo que, por supuesto, no ha logado, antes bien, provocó mi hilaridad al comprobar, una vez más, la cantidad de pobres diablos que pisan nuestra amada Patria y, sobre todo, la cantidad de hijos de la gran puta, con pintas en el lomo, que pululan, sin control, por las redes sociales incitando, con sus comentarios, al odio y al enfrentamiento, enmascarados tras un nombre falso o un alias y sin que nadie les pare los pies.

El calificativo de “facha”, de uso común por la izquierda y ultraizquierda para referirse a cualquiera que no comulga con sus postulados, viene de muy viejo y obedece a una estrategia que no busca otra cosa que tratar de desprestigiar a todo aquel que no se someta a sus dictados.

De esta suerte, el que va a misa es un facha; el que luce la bandera de España en su solapa, es un facha; el que no secunda una huelga, es un facha; el que acude a presenciar un desfile militar, es un facha; al que le gustan los toros o la zarzuela, es un facha; el que participa en una procesión es un facha; el que respeta a las Fuerzas del Orden es un facha; el que cree que la inmigración ilegal es un cáncer, es un facha; el que defiende el uso de la lengua española, es un facha; el que cree en la unidad de España es un facha; el que se opone a los separatismos es un facha; etc.

En definitiva, todo aquel que no comulgue con las ideas sectarias y totalitarias de esta gentuza izquierdosa, ese es un facha y hay que señalarlo delante de los tontos útiles de los que se sirve la malvada izquierda.

En cualquier caso, se trata de poner en la diana, de incitar al odio, de señalar con el dedo acusador a todo el que no se someta a las miserias y corruptelas de esa izquierda perversa que no busca otra cosa que el linchamiento o la muerte civil de los que, sin miedo, combatimos su ideología dictatorial en la que el hombre, el ser humano, pasa a ser un mero títere, un instrumento al servicio del Estado, privado del más elemental de los derechos.

Sin embargo, ese calificativo de facha no solo lo emplea la izquierda y ultraizquierda; en ocasiones, los propios peperos, para tratar de lavar su imagen delante de sus adversarios políticos, también lo utilizan tratando con ello de desprestigiar a todo aquel que manifieste su voluntad de no acatar los designios de esa derechona cobarde y acomodaticia que, ni siquiera con mayoría absoluta, ha sido capaz de destapar las corruptelas del PSOE que son muchas y muy variadas, antes bien, prefieren dedicarle una sonrisa y una palmadita en el hombro cómplice.

Vivimos tiempos muy extraños y peligrosos que, en ocasiones, pasan casi desapercibidos para la gran mayoría. El otro día, sin ir más lejos, tras la manifestación de policías y guardias civiles en Madrid contra la reforma de la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana, una cuartillera junta letras, de esas famosillas de medio pelo que se creen el ombligo del mundo, bien pagada por el poder corrupto de la izquierda, se atrevió a decir que habría que investigar sobre a quien votan los policías y guardias civiles, si lo hacen a Vox o al PP o, por el contrario, son neutrales.

Pero idiota, que eres una idiota, en primer lugar, cada uno votará a quien le de la gana, faltaría más, y en segundo, ¿es qué para ser neutral hay que votar a la maldita podemia, al corrupto PSOE o el criminal comunismo? Qué lerda y botarate eres, tía, y que pena le debe provocar a quien te lee el saber que simplemente eres una pobre individua vendida al poder y que escribes a su dictado.

Sin embargo, comentarios como estos dejan bien a las claras la deriva que está tomando nuestra querida España desde que este miserable gobierno socialista-comunista, apoyado por toda la bazofia que los secundan, esta en el poder, una deriva que nos lleva al enfrentamiento y que si no somos capaces de detenerla nos traerá muy malas consecuencias y no a muy largo plazo.

Y termino, con relación a lo que escribió en su Twitter el hijo de puta/hija de puta de referencia, acepto, y de buen grado, lo de falangista, una forma de ser de la que participo y que, desde luego, en sus postulados sociales, en la defensa de los más desfavorecidos y en la de las libertades le da ciento y vuelta a ese socialismo y comunismo de opereta mala y caduca del que seguro es buen cipayo el tuitero de marras.

José Eugenio Fernández Barallobre ( El Correo de España )