
Siempre hemos sido contrarios a la violencia, tanto física como verbal, en la inteligencia de que, cualquier tipo de coacción es deleznable. No importa de que lado venga, ni tampoco como se ejerza, ya que hay muchas formas de hacerlo, ni tampoco quien o quienes sean los que la sufren. En todos los casos es reprochable, más allá de la responsabilidad penal en la que incurra quien la ejecuta o la promueve.
Sin embargo, no debemos olvidar el matiz de “TODOS” y no solo quien convenga en cada momento por intereses partidistas o electoralistas. No es admisible que se tolere que, determinados partidos de la izquierda y ultraizquierda, siempre proclives al uso de la violencia, como vienen demostrando, se sientan como víctimas cuando ellos mismos son los promotores de los actos de violencia más deleznables.
Lo sucedido en el debate de la cadena SER -fiel servidora del poder desde hace muchos años- es intolerable. No puede rasgarse las vestiduras y tratar de presentarse como una víctima el “moñotari”, cuando él mismo o algunos de sus secuaces se encargaron de alentar a sus mesnadas contra otros.
Pero si tal actitud es del todo indecorosa, todavía es peor la de esos falsos demócratas de la izquierda que se sienten solidarios con este siniestro personaje, rasgando también ellos, públicamente, sus vestiduras, cuando tampoco se les escuchó una sola palabra de reproche hacia la canalla agresora de Vallecas.
Hemos visto durante días, como desde el partido miserable y sectario del “moñotari” se alentaba, sin recato, a todos los salvajes que con ellos simpatizan para que apedreasen, sin importar las consecuencias, a otros por el mero hecho de no pensar como ellos y todavía se atrevían a acusar a los apedreados de incitadores por el mero hecho de ejercer su libertad y sus derechos constitucionales. Es de un cinismo increíble y que no tiene parangón.
Aquello que alentaba la podemia miserable nada tuvo de amenaza, fue, simplemente, una agresión en toda regla que provocó heridos y que pudo causar peores consecuencias y sin embargo, para semejante salvajada jamás tuvieron palabras de reproche, antes bien todo lo contrario.
Cómo pueden hablar de democracia tipos que se emocionan al ver apalear a un policía; cómo pueden hablar de democracia tipos que han alentado y felicitado a los energúmenos que, en fechas pasadas, incendiaron las calles de Barcelona; cómo pueden hablar de democracia tipos que se sientan en la misma mesa con golpistas, proetarras y demás ralea. Simplemente, porque son unos cínicos miserables.
Pero la izquierda y la ultraizquierda siempre fueron así, unos mentirosos. Que nadie se extrañe. Todavía recuerdo, en mis años de estudiante, las instrucciones que remitían a sus secuaces desde la cúpula del movimiento comunista. Tenían que granjearse la simpatía de los demás al precio que fuese.
Valía todo y así lo decían en sus órdenes internas y caso de que alguno se opusiese y con ello peligrase la consecución de sus fines, se usaría todo tipo de recursos.
Desde ponerle en bandeja a una camarada -me río yo de su feminismo-, ofrecerle dinero e incluso drogas y, en el supuesto de no conseguir el objetivo, entonces había que matarlo civilmente ante sus compañeros, desprestigiándolo por los medios que fuese necesarios, desde tildarlo ante el resto del alumnado de colaborador de la Policía, hasta acusarlo, cito textual, de homosexual -me río yo de estos que ahora dicen ser los defensores de esta tendencia sexual- y si eso fallaba, recurrir a la agresión física.
Siempre la mentira por bandera, la amenaza por bandera y la coacción por bandera, sin importar las consecuencias.
También fuimos testigos, años después, como queridos compañeros y entrañables amigos caían, vilmente asesinados por la bala traidora, en aquellos años de plomo que vivimos en las provincias vascongadas y cuyos autores, al menos sus simpatizantes, se sientan ahora en las Instituciones y jalean igualmente al “moñotari”, amigo y fiel perro colaborador del bolivarianismo asesino.
No soy quien para dudar de que las amenazas recibidas por el “moñotari” sean reales y no obedezcan a una estrategia de victimismo ya empleada por él en otras ocasiones. Muchos de nosotros hemos recibido amenazas peores que esas y, desde luego, no provenían de ningún loco, más bien de aquellos asesinos etarras y marxistas a los que hoy aplauden y con los que comparten mesa para destrozar España.
Lo grave de todo esto es la situación de guerracivilismo a la que está empeñada en llevarnos esta izquierda y ultraizquierda, canalla y mentirosa, desde los oscuros tiempos del zapaterismo.
Una situación cada vez más insostenible donde la mentira campa libremente y que, desgraciadamente, puedo traernos indeseables consecuencias.
Eugenio Fernández Barallobre ( El Correo de España )