Después de la batalla, la doctrina castrense aconseja restañar heridas, concentrar fuerzas, convocar asamblea y planificar nuevos frentes de guerra, para evitar ser destruidos más tarde, en otras batallas.

Ese triunfo puede quedar en agua de borrajas, si las malas prácticas vuelven a instaurarse entre los nuevos triunfadores, como hemos conocidos en otros momentos de infausta memoria, con separatistas y terroristas, en el hipotético caso de que deseen extrapolar el éxito andaluz a toda España, integrando el sentimiento de todos los españoles, de derechas, izquierdas o neutros.

Y ahí se hallan nuestras dudas: la inevitable comparación de la realidad de un Rajoy, ausente ya del poder, y un prometedor Feijó, que es sólo una probabilidad.

Por si en sus asambleas no lo tuvieran claro, los españoles deseamos terminar cuanto antes con esta nefasta etapa: ¿Qué queremos? Alguien debería proponer a los ciudadanos que expresen sus inquietudes ante el desmesurado intervencionismo de la clase política, la corrupción y tantos y tantos asuntos pendientes de resolver.

Hemos recuperado para ustedes, algunas de esas inquietudes, según lo que hemos podido escuchar y leer en distintas fuentes.

  • Necesidad urgente de reducir el gasto público para aumentar la productividad del Estado.
  • Fortalecer al Estado central y reducir el poder de las Autonomías.
  • Aplicar ya medidas efectivas para luchar contra la inflación. Las subvenciones crean dinero inflacionario.
  • Garantizar una Justicia independiente.
  • Reducir la estructura de cargos públicos.
  • Limitar el uso de otras lenguas, distintas al castellano o español, al 25%.
  • Restaurar la Historia de España desde la Prehistoria.
  • Garantizar los resultados electorales para limitar las componendas de los partidos bisagra.
  • Exigir el cumplimiento de las sentencias judiciales hasta sus últimas consecuencias.
  • Establecer un estatuto de representación que garantice la idoneidad de los candidatos políticos a las responsabilidades que vayan a desempeñar.
  • Garantizar la vida como bien supremo del ser humano y paliar su sufrimiento, y no fomentar la muerte.
  • Regular las subvenciones estatales para que se ajusten al interés general del Estado y de los españoles, con publicidad.
  • Potenciar al alto funcionariado del Estado en las labores legislativas.
  • Urge neutralizar la corrupción.
  • Establecer una distribución proporcional de los recursos del Estado en todo el territorio nacional.
  • Ajustar el gasto público a los ingresos reales topando la deuda publica del Estado y de las CC.AA.
  • Suprimir las transferencias de fondos a las CC.AA. que incumplan las sentencias judiciales firmes.

El transversalismo favorece la renuncia a identificar las ideas con el espectro político clásico basado en la distinción izquierda-derecha, y puede aplicarse a posicionamientos que declaren obsoletos algunos principios políticos diferentes.

Es el camino para argumentar posiciones diferentes en beneficio del bien común: la lucha contra el terrorismo de ETA aunó muchas voluntades diferentes, en el 15M se pusieron de acuerdo muchas personas y en Vox también hay prioridades que nos pone de acuerdo.

Los gobiernos de “colorines” resultan disolventes y no favorecen una justicia distributiva universal.

Alguien dijo: “Los grandes hombres se forjan en la batalla y se consolidan en la victoria”. Hacen falta, con urgencia, grandes hombres en España.

Antonio de Lorenzo ( El Correo de España )