
La próxima encuesta del CIS preguntará por los méritos literarios de los españoles que ha publicado algún libro y se espera que voten mayoritariamente a favor de Pedro Sánchez ( el hombre que tuvo que cambiar el colchón para poder dormir… con Pablo Iglesias) .
Por supuesto su valoración como literato estará muy por encima de la consideración que merecen las escritoras Eva García Sáez de Urturi y Sandra Barneda, ganadora y finalista del Premio Planeta fallado anoche en Barcelona en reconocimiento a sus obras “Aquitania” y “Un océano para llegar a ti”.
Yo como ya me conozco la literatura del Presidente me apresuraré a adquirir, cuando estén a la venta, esas dos novelas con las que ambas escritoras han conocido el placer del triunfo literario y la satisfacción de haber engrosado su cuenta corriente como premio a un trabajo considerado excelente por los miembros del jurado
Seremos muchos, las mujeres y los hombres que invertiremos unos euros para nuestro propio disfrute de ambas novelas porque existen placeres que están al alcance de la mano o del dinero de los que se deciden a disfrutarlos y otros que ni siquiera quienes los persiguen con la tozudez de los empecinados consiguen oler su aroma.
Para unos escritores su propia vida está llena de historias y otros encuentran la inspiración en lo que vivieron los demás siglos atrás, pero los ágrafos como Sánchez Castejón no pierden el tiempo en esas consideraciones porque le encargan a otros que le escriban sus tesis doctorales o sus manuales de resistencia
En la historia han existido numerosos políticos aficionados a escribir, como Winston Churchill que redactó sus discursos durante la guerra y por supuesto los libros que le hicieron merecedor del Nobel de literatura, pero otros nunca pondrán exhibir un pensamiento escrito merezca la pena y por lo tanto tampoco sabremos cuál fue su pensamiento, por más que no paren de hablar.
En el caso del muy admirado por la sociedad española Pedro Sánchez el asunto se complica porque su obsesión por desdecirse de casi todo lo que dice no tiene que ver con un problema de amnesia sino de coherencia, como le sucede a todos los s personajes vacíos para los que el valor de la hemeroteca es tan caduco como la vigencia de su palabra.
Tal vez no escribe porque la palabra con tinta sobre un papel amarra los pensamientos e impide a quien los expresó que ejerza el derecho de rectificación de la forma más gratuita posible, que consiste en negar lo que un día afirmó mintiendo para obtener un beneficio.
En un país donde la gente lee poco y mal, la fragilidad de la memoria de los necios es la garantía de la pervivencia en el poder de quienes les engañan.
Diego Armario