
Días atrás se ha inaugurado en Madrid, un monumento a La Legión, entre la furibunda protesta de la izquierda caviar y los comentarios de algunos –afortunadamente, pocos– gandules reconocidos de la derecha, que no quieren “abrir heridas” entre españoles. El apocamiento de siempre, vamos.
Siempre me ha llamado la atención el “hijoputismo” endófobo, consustancial a la izquierda española.
Todo “rogelio” que se precie, si verdaderamente quiere pasar por ser un intelectual “pijo-progresista”, debe comportarse en todo momento, circunstancia y lugar como un enemigo irreconciliable de España, de su Patria.
Y resulta paradójico leer la Historia y ver que ni Isabel I de Inglaterra, ni los más sanguinarios piratas ingleses del siglo XVII, los más retorcidos mercaderes flamencos de la guerra de Flandes, los más repugnantes usureros judíos de la Castilla medieval o los más traicioneros corsarios del “Turco”, odiaron tanto a nuestra bandera, a nuestra Historia y a nuestra Casta, como cualquiera de estos “garrulillos” de las habituales gusaneras, colectivos, ayuntamientos “del cambio”, partidos y demás cuadrillas de la progresía pija, pseudo-intelectualoide y ramplona que padecemos en la actualidad.
Esta hispanofobia es uno de los rasgos distintivos de “antifas”, “femi-nazis” y resto de fauna parasitaria y psicótica de lo que los mindundis, llaman “entorno radical”.
El deterioro mental producido por las drogas y el alcohol, unido a los hábitos poco higiénicos de estos prototipos de la idiocia nacional, podrían explicar sus engendros ideológicos.
Sin embargo, el odio a la propia Historia –que desconocen, pues sienten una extraña fobia a la lectura, los libros, la educación, la cultura, etc.–, la aceptación sumisa de las más delirantes leyendas negras o el desprecio hacia cualquier manifestación de heroísmo, nobleza o espiritualidad no son propios y exclusivos del zoológico izquierdista o separatista, terrorista, etc.
Curiosamente es entre los más sosos tarambanas de la progresía “moderada” donde se genera, como un eructo fétido y masónico, este odio y menosprecio a la Patria. Y es llamativo que su hermana mayor, la izquierda francesa, sea y se defina en primer lugar y siempre, como francesa y por tanto orgullosa de su nación. Y después, lo demás: izquierda, socialdemocracia….
En España, no. Aquí, cualquier tertuliano barato, “marisabidilla” pedantuela o mariquita semileído de los que abundan en redacciones, platós y covachuelas de los “mass mierda” izquierdosos, repite como una cotorra todos los lugares comunes y frases hechas de la “hijoputería” antiespañola.
En estos gallineros de ramplonería y cursilería ridícula, hay unas convenciones de obligado cumplimiento en lo referente al lenguaje. A saber:
-Nunca hay que hablar de Hispanoamérica; vocablo imperialista evocador de un glorioso y políticamente incorrecto pasado. Hay que decir “Latinoamérica”, que es una palabra inventada por masonazos “miramelindos”, mucho más acorde con la modernidad y más respetuosa con la delicada sensibilidad de indigenistas cocaleros y “mami-panchitas” marxistoides.
-Para nombrar a nuestra Patria, es obligatorio decir “estepaís” o, si el tertuliano es de los que cuentan con más de un centenar de posibles progenitores, “Estado Español”.
-Si se tercia hablar de la invasión islámica del año 711, nunca hay que hacer referencia a la tiranía de los invasores ni a los abusos y degollamientos a los que sometían a los cristianos. Mucho menos, al tráfico de esclavos cristianos por parte de la judería.
Hay que presentar a la morisma como una sociedad culta y refinada, en contraste con los atrasados y brutales cristianos. Los más “soplapollas” no tendrán rubor en hablar de una arcadia feliz en la que convivían en amor y compañía, “las tres culturas”.
-Hablando de paraísos terrenales, cada vez que se nombre a la Segunda República, hay que dejar claro que se trataba de un edén intelectual en el que los ilustres y elitistas chaperos de la Residencia de Estudiantes, constituían una suerte de parnaso literario “súper guay”.
Un régimen político en el que “individuas” como Margarita Nelken o la Pasionaria no eran resentidas brujas sanguinarias, sino sensibles y delicadas damiselas progresistas. Lástima que los malvados fascistas y los militares acabasen con una utopía tan molona…
Frente a estas patrañas y chuminadas progres, las diversas manadas de cabestros de la derechona acomplejada, rancia, caduca, clasista, exhiben un comportamiento desigual, en función del grado de mansedumbre institucional, ausencia de trapío dialéctico y falta de bravura intelectual.
Las más aculadas en las tablas liberales, responden de forma parecida a la de los marrajos pijo-progres y, aunque con un léxico más redicho y repipi, asumen los mismos topicazos y falacias. Es su forma de intentar ser aceptadas por el sanedrín políticamente correcto, al que rinden la misma pleitesía que el rojete más sectario. En ocasiones, dicen que asumen la cultura “zen”. Es decir: se dejan dar por el trasero sin vaselina… Y parece que les gusta.
Las ganaderías más montaraces del derechismo español todavía conservan algunos tics del patrioterismo de brocha gorda que, como un adorno chillón y accesorio, acompaña la vieja estampa caciquil y reaccionaria del conservadurismo cañí.
Así, estos ejemplares, a pesar de estar pasados de kilos en su aburguesamiento, muestran cierta movilidad torpona y cierta emoción perezosa ante algunos estímulos, como los desfiles militares, eventos religiosos plañideros, cargados de hipocresía…, o los triunfos deportivos. Es entonces, cuando cuelgan banderitas de los balcones… Para quitarlas a la primera de cambio.
Pero aunque les emocione ver a La Legión, ni en sus sueños más intrépidos osarían cuestionar el papel de nuestras Fuerzas Armadas, como cuerpo auxiliar mamporrero, del gran amo yanqui. Para tranquilizar su conciencia y acallar habladurías, al viril calentón del “patriotismo” le suelen poner el gélido condón amanerado de “constitucional”…. Patriotismo constitucional, sí. Que queda más moderno, democrático y moderado.
Y así, querido lector, entre cabrones antiespañoles y borregazos folclóricos, transcurre el democrático y plural devenir de nuestra “mojigatocracia” parlamentaria….
-“Joder, José Antonio: ¿Y no hay manera de salir de esta mediocridad mediante un patriotismo social y revolucionario… ese, que decía José Antonio Primo de Rivera?”
-Os tengo dicho, queridos lectores, que está prohibido en esta España cafre, cobardona y servil, decir “fascistadas”. Como castigo por “pensar mal”, escribid treinta mil veces: “la partitocracia es el menos malo de los sistemas y Juan Carlos I fue el mejor rey que jamás ha conocido “estepaís”.
Y sin reírse, Pedrito.
José Antonio Cavanillas Gil ( El Correo de España )