LA SOLEDAD DE UN JUEZ

Alguna vez he contado la experiencia insólita que tuve con la justicia cuando yo era joven y creía que todo el bosque era orgasmo, y espero que entiendan la metáfora que utilizo porque no tiene nada que ver con una imaginaria cópula en un campo arbolado.

Nunca antes me había sentado delante de un juez ni tampoco lo he hecho posteriormente porque jamás he caminado en los límites de la legalidad, pero en aquella ocasión fui como testigo  a un juicio de faltas y acabé como imputado, aunque al final todo quedó en nada.

Cada vez que cuento estas cosas me echo años encima porque no puedo evitar la comparación entre lo que eran los jueces de mis años jóvenes en democracia y lo que son ahora, cuando solo si tienen una descarada militancia política , aunque lo disimulen porque la ley le limita ese derecho, tienes el amparo del partido y del gobierno que le reconozca como suyo.

En el caso del juez Pablo Llanera que instruye la causa contra los delincuentes del anterior gobierno de la Generalitat, por unos cuantos supuestos delitos entre los que se incluye la malversación de fondos públicos , la soledad es su compañera.

Le acosan en la calle los fascistas catalanes, englobados en los Comités de Defensa de la Revolució cuando viaja a su casa en Barcelona y por si fuera poco una magistrada que acaba de pasar a la política le niega su apoyo al amparo que ha solicitado al Consejo General del Poder Judicial por la injerencia de la justicia belga que le quiere llamar a declarar  para atender la petición que ha hecho  el caganer huido, mientras alguna institución del estado se pone de perfil.

Mientras  tanto el  border line de Quin Torra,  24 horas después del acto de recuerdo a las victimas del atentado de Las Ramblas y Cambrils ha dicho : “Atacaremos a este estado injusto “.

Visto cómo se comportaron ayer en Barcelona algunos representantes del estado como el Presidente de gobierno que borró la bandera de España del tuit que publicó sobre el aniversario de los atentados de hace un año, para no herir la sensibilidad del mastuerzo Presidente de la Generalitat, el juez Llanera puede temerse lo peor de este valiente gudari madrileño.

Cuando en democracia los jueces empiezan a encontrarse solos ante el acoso de los delincuentes es el momento de que sigan trabajando honestamente o se vayan a su casa con el rabo entre las piernas, que es lo que harían otros que yo me sé, pero no Pablo Llanera, que es de Burgos y allí, desde El Cid hasta hoy, ha nacido mucha gente que se viste por los pies.

Diego Armario