
EL BUQUE FANTASMA
-Cuenta la leyenda marinera que en una ocasión en la que el pequeño país de Andaqueleden se vio en peligro inminente de desastre por el acoso de enemigos internos y externos, le fue encargado al almirante Don Pericón la defensa del mismo y se le concedió patente de corso para armar un gran galeón que defendiera al país y evitara el inminente desastre.
-La verdad es que el ínclito almirante, en las artes de navegar estaba pez y además era un fantasmón incapaz de distinguir sota de barlo y lo dalante de lo depatrás del navio; pero en vez de reconocer su total incapacidad, asumió el mando y se lanzó a la aventura.
-El galeón estaba en puerto, pero desmantelado por las tormentas que había padecido; sus velas rotas le impedían navegar; sus cañones oxidados, la pólvora escasa y mojada y los proyectiles ni siquiera eran del calibre adecuado….¡total, un puto desastre!
-Además la tripulación de la que disponía, aunque muy numerosa, estaba mal preparada, ya que había sido reclutada en los burdeles y antros más deleznables de puerto…
-Otro en su lugar, más cauto y clarividente, se habría dado cuenta de su incapacidad manifiesta, pero el almirante, en su ciega soberbia, recurrió a lo que a él en su burricie pertinaz consideró su única posibilidad de supervivencia en el mando. Y para ello buscó ayuda en mercenarios, renegados y desertores de pasadas aventuras, muchas de ellas sangrientas.
-Para que seguir…Se hizo a la mar como pudo, prometiendo a los filibusteros, el reparto del botín que habrían de conseguir, pero estos codiciosos y desconfiados del más que problemático beneficio, exigieron compensaciones inmediatas y al no disponer el almirante de otra botín a repartir, se vio obligado a parcelar la propiedad del propio navío, con lo que su autoridad se fue directamente a pique.
Los amagos de motín se generalizaron e incluso su segundo de a bordo, un mercenario arribista, daba pol culo más de lo deseable y conveniente a la ya problemática esperanza de triunfo.
-¡Total…un desastre absoluto!…el navío zozobró en su inicio de singladura encallado en los traicioneros bajíos…los filibusteros arramblaron con lo que pudieron; el almirante se ahogó entre la encrespada olas y sus despojos fueron devorados por los cangrejos.
-Por supuesto Andaqueledén fue invadida por hordas foráneas y pasados los años, algún alucinado que otro, aún cree ver en las noches de negra luna, la figura fantasmagórica del nefando almirante, vagando entre los despojos del puente de mando que nunca debió ocupar.
-El navío creo que se llamaba “La gran esperanza roja”…¡ Vaya una mierda !
Agustín Muro