La estatua de Colón debe estar murmurando desde ayer aquel «¡Joder qué tropa!» de Romanones cuando el conde se enteró que ni un solo académico le había votado para entrar en la Docta Casa habiéndoselo prometido casi todos.

Porque no faltó de nada en el cancionero popular de quienes acudieron, al pie de la estatua del almirante, a una manifestación en la que (la mayoría sin mascarilla) protestaban contra las medidas para contener el coronavirus, que los convocantes consideran «una farsa», un enorme embuste fabricado a pachas entre los medios de comunicación [cómo no, en esto de culpar a la prensa coinciden con el ilustre vecino de Galapagar], los políticos, unos cuantos magnates como Bill Gates y unos científicos de tres al cuarto que al parecer están comprados.

Los gritos: «Falsos tests, falsos positivos», «Bote, bote, bote, aquí no hay rebrote», «Queremos ver el virus», «Lo que mata es el 5G» [ya puestos] o «La segunda ola es una trola». Poetas de domingo.

Como níscalos en otoño, los conspiranoicos aparecen siempre con sus estrafalarias teorías cuando todo es desconcierto. En la era predigital era más difícil que estas conjeturas prendieran, pero el siglo XXI y las redes sociales nos trajeron la posibilidad de que en un segundo una teoría disparatada pueda recorrer el mundo recabando apoyos más o menos multitudinarios, muchos casi por broma, por ocio o porque «da igual».

Así encontramos a los terraplanistas, a quienes es imposible apearles del burro por muchas imágenes del globo desde el espacio que les muestres. De la misma manera que hay gente que se cree que Michelle Obama es extraterrestre, que Walt Disney nació en Mojácar de una lavandera y un médico o que las vacunas provocan autismo.

Ayer, en varias ciudades del mundo se celebró una manifestación de personas que no se tragan lo de la pandemia, que creen que solo se trata de un cuento para amargarles la vida, como por ejemplo llevar mascarilla por la calle.

Claro que hay cosas que siempre ayudan a un porqué, como que cuando no las había, el Gobierno y surfista lusitano desaconsejasen su uso, con lo que ahora los negacionistas se cargan de razones. O la enorme mentira del «comité de expertos» que nunca existió.

Pero luego está el sentido común y la capacidad personal de desbrozar la verdad de todas esas mentiras o medias verdades.

El Covid existe, se contagia fácilmente y mata, digan lo que digan los «migueles».

Álvaro Martínez ( ABC )