
» LAMENTABLE » TRADICIÓN DE VERANO
Como cada verano, estamos de huelga. Bueno están otros, para ser más exactos. Los demás, la sufrimos. Como si lo estuviéramos, vamos, pero sin esperar respuesta ni compensación ninguna a cambio. Porque como cada periodo vacacional -lamentablemente se está convirtiendo en una tradición en este país-, se repiten paros en servicios públicos, por un lado, y de transporte también en empresas privadas, por otro.
Hablo de las convocadas estos últimos días por los representantes de los trabajadores de Renfe, del aeropuerto de El Prat o de Ryanair, por ejemplo. Por no remontarme más en el tiempo. Paros que se repiten, en la mayoría de los casos, en periodos de disfrute de otros. Hoy, en plena temporada turística. Cuando tener servicios para ir de un lugar a otro se hace indispensable, amargando las deseadas y esperadas vacaciones a más de unos cuantos.
No voy a criticar, ni mucho menos, que se puedan hacer huelgas. ¡Faltaría más! Es un derecho individual de cada trabajador. Pero que nadie olvide que provocan efectos colaterales, graves inconvenientes a los ciudadanos, a quienes se les desbaratan los planes de un día para otro.
A pesar de la existencia de la obligatoriedad de unos servicios mínimos que, por cierto, en muchas ocasiones provocan igualmente el caos. Como perjuicio también a otras empresas, sobre todo aquellas relacionadas con el sector del turismo, que dependen de la llegada de veraneantes para sobrevivir, en muchas ocasiones, el resto del año de no temporada, algo que al final también daña la economía de regiones en concreto.
Es cierto que el fin último de una huelga es precisamente ese, «molestar» a otros, por decirlo de alguna manera, sin desdeñar el derecho a poder hacerla. Como medida de presión para hacer escuchar reivindicaciones ante la empresa. Pero, ¿hasta qué punto debemos ser el resto de los ciudadanos las víctimas de las reivindicaciones de otros por muy razonables que parezcan o sean? Al final, de hecho, también afecta a la economía global del país. Y, por cierto, ¿se soluciona el conflicto en la mayoría de los casos o, por el contrario, se agrava?
El derecho a la huelga está recogido en la Constitución española como un derecho fundamental de todos los trabajadores, por lo que no está en discusión. Ahora bien, respetando la protesta, debería gestionarse de tal manera que los daños colaterales fueran mínimos.
Y que no se conviertan en una lamentable tradición. Algo falla en nuestras normas. Dicen abogados laboralistas que el ejercicio del derecho de huelga implica que la prestación laboral de los huelguistas no se lleve a cabo y que su empresa sufra un perjuicio económico por ello, pero no ampara un pretendido derecho a que el servicio afectado por la huelga no se preste.
Dicho servicio puede ser mantenido por otros medios, porque los ciudadanos no son los destinatarios de la huelga y no tienen por qué sufrir las consecuencias de la misma. La paciencia ciudadana tiene un límite.
María Jesús Pérez ( ABC )