Tres profesoras de Kiev , entrevistadas por Carlos Alsina en Onda Cero, han relatado hoy en un perfecto castellano cómo se ve la vida y la cercanía de la muerte cuando tu país es atacado militarmente mientras suenan las bombas, el ulular de las sirenas, los llantos de los niños y las proclamas del invasor.

Me ha impresionado la templanza de sus voces, la naturalidad de su relato, la dignidad de sus convicciones y a ratos, cuando la emoción las traicionaba, la fortaleza de su compromiso, porque saben que no pueden desnudar su debilidad ante sus hijos.

Arranco con esta anécdota porque cuando la guerra anula los buenos sentimientos de los ciudadanos y da paso solo a las malas pasiones que les inspiran los políticos, se convierte en el peor espectáculo del mundo, en el más sucio y lamentable y en la coartada aséptica de los observadores que desde la distancia explican la geopolítica y las teorías de Sun Tzu’.

Cuento esto porque ayer escuche con atención y aprovechamiento un programa titulado “Debates abiertos” que dirige y presenta el editor Cristóbal Cobo, y que en esta oportunidad versaba sobre la crisis de Ucrania.

Sus tres invitados José Manjón, Héctor Martín e Iván Avalos, hicieron una aproximación histórica a Rusia, a las invasiones frustradas que ha sufrido a lo largo de la historia, al inestable equilibrio de la zona, al sentimiento nacionalista casi único de su pueblo, a los antecedentes de sus líderes – casi todos ucranianos – y a otros asuntos geopolíticos.

Cumplieron impecablemente con su papel de expertos, procuraré seguirles a partir de ahora para aprender lo que desconozco y como es lógico, porque no es su papel, no esperaré que me emocionen con sus discursos.

Yo seguiré siendo un inexperto en geopolítica, pero no renunciaré a escribir sobre la decencia y la indecencia de los hombres, sobre la criogenización del alma y sobre la psicopatía humana de personajes como Putin… o Trump que después de un tiempo en silencio ha vuelto a abrir la boca para amnistiar al zar.

La guerra ha empezado, los muertos se amontonan, los ucranianos están solos y el llamado mundo libre toca la lira mientras los aviones rusos incendian Kiev, Odesa, Kharkiv,o Vilcha.

Mientras tanto los políticos y representantes de Organizaciones Internacionales, obsoletas e ineficientes hacen declaraciones o envían cascos a los ucranianos, como un gesto de desvergüenza y falta de compromiso con un pueblo que necesita que alguien le proteja del matón de Leningrado.

Nunca he sentido la guerra más cerca de mi alma, ni siquiera cuando he estado en alguna zona africana donde los gatillos de los fusiles eran muy sensibles al tacto, pero esta vez asistimos al espectáculo de un pueblo que va a ser linchado por un psicópata mientras la Comunidad internacional se compra una cerveza àra ver el espectáculo por la televisión.

Diego Armario