LAS SANDECES DEL CLIMA

Nunca pensé que se pudieran decir y ver tantas sandeces con motivo de esto del clima. Anda que lo de la niña – joven Greta no tiene guasa y cuento. No sé cuántos días metida en un catamarán, luego tren y en Madrid exigiendo coches únicamente eléctricos.

Con dieciséis años esta niña ni trabaja ni estudia. De profesión, activista. De inicio, símbolo. De final, muy posiblemente un juguete roto más. Y no me vengan con que todos somos culpables porque no cuela.

Acabo de ver en un tweet de @ecclesiadigital, un video se unos pocos segundos en el que los católicos que portan la pancarta del grupo gritan con todo entusiasmo “Laudato si, petroleo no». No sé quién habrá sido el creador de tan impactante eslogan, pero me da que se ha cubierto de gloria.

Así que los católicos que portan la pancarta en la que puede leerse ”Católicos por el cuidado de la casa común”, los de la cabecera, lo que piden, gritan y reivindican es “Laudato si”. Me parece perfecto. Todo católico debe reivindicar siempre la doctrina de la Iglesia, empezando por el catecismo, e incluyendo todas las encíclicas, por ejemplo la Humanae vitae.

Alabo el que los católicos reivindiquen el  estudio y el conocimiento de la doctrina de la Iglesia en ecología, economía, evangelización, moral familiar y lo que se tercie. Más crítico soy en lo de petróleo no.

Para empezar, diré, haciendo mío algo tan conocido y podemita, que a mí no me representan. Ni a mí ni a muchos católicos a los que, importándonos el cuidado de la casa común, la forma de hacerlo nos parece un esperpento, con permiso de don Ramón María.

Ver y escuchar a un grupo de católicos o de lo que sean desgañitándose al grito de “Laudato si, petróleo no” me causa vergüenza ajena,me parece una fantasmada y además algo que no se creen ni ellos mismos. Vamos a ser serios. Petróleo no. Perfecto. ¿Y entonces, qué hacemos?

La energía proveniente de lo que se llaman combustibles fósiles, es decir, derivados de alguna manera del petróleo, está ahora mismo en España en torno al 74 % de nuestro consumo energético total. Es decir, que si acabáramos con el petróleo eso significaría ver reducida nuestra energía a poco más del 25 % de lo que tenemos.

No sé si podríamos vivir. Me temo que no. ¿Cómo mantener la industria, las infraestructuras, el comercio, el estado del bienestar, la salud, la medicina?

La apuesta por la electricidad tiene sus trampas porque la electricidad no sale de las macetas. Su generación es de origen nuclear en un 24 % y de carbón en casi un 10 %.   Y ya se sabe que para un ecologista la energía nuclear es peor que Satanás con cuernos y rabo.

No sabemos cómo será el futuro. Ojalá, Dios lo quiera, que se encuentren nuevas fuentes capaces de mantener y aumentar las posibilidades de conseguir energía limpia y eficaz. Pero es que hoy por hoy no lo tenemos. Y salir a la calle gritando “petróleo no” es una insensatez que queda bien para un rato.

En cualquier caso, estoy completamente de acuerdo en que quien quiera renuncie, en su vida, a todo lo que huela a petróleo o tenga reminiscencias de orígenes no sostenibles. Para el transporte siempre nos quedan los pies, porque las bicicletas se hacen en fábricas que vaya usted a saber de dónde sacan la energía, o burro común.

También podemos optar por reducir el consumo de energía eléctrica por lo menos a la mitad, para no contribuir a sus oscuros orígenes nucleares o carboníferos.  Nada de adquirir cosas que no sean del mismo entorno, que el transporte es muy contaminante.

Y si nos quedamos en paro, porque no vamos a consentir trabajar en lugares donde haya petróleo o derivados suyos, siempre será un paro ecológico, evangélico, profético y muy grético.

Como católico siento vergüenza de ciertas cosas. Y si lo mejor que tenemos que aportar es gritar que no queremos petróleo, lo único que vamos a conseguir es que nadie nos tome en serio. Y con razón.

Y esto lo dice alguien que es de pueblo, vive en el pueblo y calienta su casa con estufa y leña de podas controladas.

Jorge González Guadalix ( El Correo de Madrid )