MANOS ABAJO

¿ Cómo se convierte a un republicano pata negra en un fervoroso monárquico? Haciéndole ministro. Este es el chiste (malo) sobre los ministros de Podemos aplaudiendo con entusiasmo al Rey en las Cortes y sus congresistas practicando la huelga de manos caídas.

Hay quien lleva la broma a decir que no hace falta hacerlos ministros. Con que consigan un casoplón en una urbanización de lujo basta para que se conviertan ipso facto en realistas. Pero meterse en tales intimidades me parece de mal gusto, así que lo dejo en el espectáculo que dieron en un momento solemne y presencia de menores. Lo que les retrata.

Aunque los nacionalistas, ¿cómo no?, les superaron, al ni siquiera asistir a la inauguración de la

XIV Legislatura, dando como excusa que «el Rey no nos representa». ¿Quién les representa, entonces, pues alguien tendrá que representarles, no? ¿Quim Torra tal vez, ese personaje que parece salido de un tebeo, que todo lo equivoca, con el que mañana va a verse el presidente del Gobierno? ¿O el vecino de Waterloo, que se cree Napoleón y salió huyendo de España, dicen, metido en el maletero de un coche?

¿O Jordi Pujol, para que enriquezca a sus nietos desde la Generalitat? ¿O alguno de los etarras recién salidos de la cárcel sin haberse arrepentido de sus crímenes y recibidos como héroes en sus pueblos? Porque ya todo es posible en España.

Ninguno de ellos siguió el consejo de Tarradellas cuando regresó tras décadas de exilio: «Lo que de ninguna forma podemos hacer es el ridículo». Y con ese postureo se han hartado de hacerlo, ya que ¿hay algo más absurdo que boicotear el sistema que te ha dado el cargo? Sí. Pegarte un tiro en el pie.

Lo que emerge de este y otros lances por el estilo es que el último desafío del independentismo a España ha sido un fiasco mayor, al acabar enfrentados sus principales protagonistas. ERC y JpC están hoy más interesados en controlar Cataluña que en medirse con el Estado español.

Lo que arruina el duelo es que en España gobierna alguien que les necesita para seguir gobernando y parece dispuesto a darles lo que le pidan. Pero hemos visto que ni siquiera asesinando, como en el País Vasco, han logrado sus objetivos.

Tampoco mintiendo más que un vendedor de amuletos, como en Cataluña. Y no les digo nada en Galicia, donde sólo consiguen dar al PP una mayoría absoluta tras otra. A estas alturas sabemos que el nacionalismo es un truco, una farsa, una artimaña

Pide diálogo, pero diálogo para él es «tú me das lo que pido, y si no me lo das, lo cojo, y en paz». No respetan más que la fuerza, pues la ley hace tiempo que la ignoran y si un día lograran la independencia, a la fuga de empresas seguiría la de ciudadanos, temerosos de que la emprenderían con ellos. ¿Acaso respetaron el Palau?

José María Carrascal ( ABC )

viñeta de Linda Galmor