MOCIÓN DE CENSURA

Cuando abusas de la impostura, se vuelve en tu contra. Lo sabía bien el viejo Santiago Carrillo, cuando advirtió a los suyos de que recurrir con demasiada frecuencia a las herramientas de protesta que la democracia contempla termina convirtiéndolas en acciones estériles.

Iglesias Turrión, de nombre Manuel Pablo, no tiene ni las lecturas ni la experiencia de Carrillo y se desliza, semana tras semana, en su empeño por forjarse un liderazgo basado en un guión de cartón piedra, más propio de una película de Disney que de una oposición moderna en una democracia estable. Su iniciativa se orienta antes a ahondar en el desconcierto de la sociedad española, asombrada por la ingobernabilidad desleal que padecemos, que a remediar por la vía institucional esta nueva epidemia mediática, según la cual España está mucho peor que hace quince días.

Todo pura pantomima. Iglesias es plenamente consciente de que los otros cráneos privilegiados del Congreso no le ayudarán a formar un Gobierno populista que deje a España descalabrada para un largo período de tiempo, cuya salida no atisbemos ni usted ni yo. Todo en él es simulación.

El Astrolabio ABC