
NACIONALISMO, DESIGUALDAD Y XENOFOBIA
El sentimiento-pensamiento, el orden de prominencia si altera el producto, en que se sustenta el nacionalismo contiene siempre dos ingredientes esenciales: la desigualdad y la superioridad. La percepción emocional básica es el suponerse y sentirse no solo diferentes, lo cual es a priori algo positivo y profundamente respetable, sino superiores y mejores. Mas listos, más avanzados, más buenos, más trabajadores, más preparados, más honrados, más, más, más. Algunos puestos y por esa senda no tardan en llegar a que más altos, más puros, más fuertes. También más ricos, por supuesto.
Por el contrario el otro es menos. Las virtudes propias son en el contrario terribles defectos. Es vago, tramposo, indolente, rapaz, tonto, malo, incapaz de salir de pobre y, por supuesto, un ladrón. Un saqueador que llevado de su maldad, su envidia y su vesania oprime, exprime y roba.
Así es de simple la formulación. Así de grosera. Pero eficaz, ya lo creo. Aunque sabedora de la profunda zafiedad de sus principios se camufle en mitos y agravios inventados y se deslice por la historia buscando coartadas. Pero es eso, simplemente eso: enaltecimiento de la superioridad propia y xenofobia. Por el derecho y por el revés. Sin anestesia. No es el amor a lo propio lo que define, que ese es hermoso, empático y querido, sino el odio a lo “otro. No es el amor a una lengua, una cultura, un símbolo lo que lo identifica sino el odio a todo lo que sea “otro”, lengua, símbolos, señas y sobre todos las que son comunes, porque esas son las que unen y de lo que se trata es de abrir simas.
Pero se recubra de toda la parafernalia habida y por haber el nacionalismo es exactamente, y demostrado por todo nuestro avatar histórico reciente, la ideología más reaccionaria, la verdadera caverna ideológica de Europa. Y de España. La diferencia establecida como desigualdad, como confrontación, como agravio y como separación. Un principio incompatible con la igualdad.
Que es, o ya no se si era, el esencial principio de la izquierda. Y es por ello que resulte una verdadera alucinación observar como la que lleva sus siglas en nuestro país ha dado pátina de progresista a tales y, tan contradictorias con las suyas, doctrinas, cuando no les ha servido de báculo y de colaborador necesario para lograr sus fines. Y en ello siguen. Resulta patético desde el punto de vista ideológico ver a IU defendiendo la expropiación de los derechos soberanos del pueblo, de todo el pueblo español en pro del apropiamiento de un supuesto y troceado derecho a decidir de unos cuantos. Resulta inconcebible un PSC en la mas suicida y repetida escenificación del papel de “tonto útil”. Resulta desalentador comprobar como el PSOE, envuelto en los líos de su propio ovillo, chapoteando en el desastre en que los sumió el aprendiz de brujo que dejó tanto a España como a su propio partido en la sima, no es capaz de una voz única y firme en algo que no es para nada “cosas de los abuelos cebolletas de la vieja guardia” sino su propio ADN y sus propios principios fundacionales.
Aunque sea una criatura de partido o tal vez por serlo, y percibir la inminencia de la catástrofe que tales traiciones con el consciente y subconsciente colectivo de su militancia y electorado puede acarrearles, la andaluza Susana Díaz ha dicho lo que dijo. Que no es otra cosa que lo que siempre, y hasta ZP y su hipysmo-leninismo, había dicho el socialismo.
Antonio Pérez Henares
viñeta de Linda Galmor