
NUESTRA SENTENCIA
El artículo 117 de la Constitución proclama que la justicia emana del pueblo y se administra por los jueces. Buen día hoy para recordar no confundir al dueño con los encargados. Los españoles, para proscribir el despotismo y promover la libertad -ya saben, el asunto ese de la civilización-, acordamos que, de la limpieza de la casa común, es decir, de cumplir y hacer cumplir la ley, se ocupasen unos profesionales aburridísimos llamados jueces.
Los jueces hablan por medio de sentencias, razonamientos encadenados sobre hechos probados que se ajustan a principios y procedimientos que se han ido depurando a lo largo de milenios. Sin embargo, antes de conocer la que todos estamos comentando, muchos la glosaron como componenda cobarde, mientras que otros, con idéntica intensidad, la calificaban como ejemplo de persecución de la disidencia política.
Y así han seguido nada más conocerse su contenido, antes de tener tiempo material, no de reflexionar sobre sus argumentos, sino siquiera de leerla.
Pero dejemos a los iluminados y descendamos a lo prosaico,utilizando los anteojos de un copropietario, y preguntémonos: ¿Esta decisión refuerza el edificio institucional o lo debilita? ¿Estamos más o menos protegidos? ¿Somos más libres o hay más riesgo de arbitrariedad? Y hagámoslo intentando situarnos en la posición del acusado ideal, capaz de la máxima probidad.
Como decía al principio, este es el remedio que la civilización se dio para evitar ese mal. El remedio no es la decisión concreta, sino la autoridad moral para dictarla y hacerla cumplir.
Toda sentencia puede discutirse, también esta. Lo indiscutible es que es nuestra. De todos los españoles. La dictan los operarios, pero nos pertenece.
Tsevan rabtan ( El Mundo )