
PARA SEPTIEMBRE
Pedro Sánchez ha sufrido la peor de las derrotas en su carrera política, al haber perdido la presidencia desde la presidencia. Además, contra sus camaradas ideológicos, que le habían llevado en andas a La Moncloa y esta vez le negaron su apoyo. Diría más: contra su propio partido, ya que el gran reproche que le hicieron todos ellos fue que buscó más el apoyo de la derecha que el de la izquierda.
Él lo justificó con razones de Estado. Pero a estas alturas sabemos qué entiende Pedro Sánchez por Estado: él y nada más que él. Por cierto, se habrán dado cuenta de que cada vez que cita a quien le encargo buscase la investidura, no dice «el Rey», ni «Don Felipe», sino «el Jefe de Estado».
Supongo que con ello quiere hacer alarde de republicanismo, como tantos izquierdistas. Pero ya no engaña a nadie, como mostraron un orador tras otro en el Congreso, haciendo realidad el dicho atribuido a Lincoln de «puedes engañar a todos una vez, a algunos, siempre. Pero no a todos siempre».
El número que montó con Iglesias a lo largo de esta semana va a quedar como un modelo de «cómo no se hace política». Tras haber holgazaneado a lo largo de los últimos meses y pese a declararse «socios preferentes», sin llegar a ninguna parte, al darse cuenta de que la fecha señalada se les echaba encima, iniciaron una puja de propuestas con ánimo de cargar al otro la culpa de que no hubiera acuerdo, pugna que duró hasta minutos antes de que empezara a votarse la investidura.
Mostrando una falta absoluta de profesionalidad e incluso de inteligencia. Lo que no se arregla en meses no se puede arreglar en horas. El resultado fue que no hubo ganador. Los dos perdieron, pero Sánchez más abultado, por ser el que más arriesgaba. Aunque, conociéndole, me lo imagino esta noche haciendo cálculos en su colchón de La Moncloa sobre si ofrecer a Rivera una vicepresidencia y algunas carteras, no le haría los ascos que Iglesias.
O tal vez sugerir a Casado una «gran coalición» a la alemana, para «encauzar de una vez y para siempre los grandes temas de Estado que tiene España». Podría, por ejemplo, pedir la mediación de Frau Merkel, una mujer razonable donde las haya, con la que siempre se ha entendido tan bien.
Porque una cosa hay que reconocerle: nunca se rinde. Resiste cuanto le echen y ya ha salido del pozo más de una vez. Tampoco cree que en el partido encontrase mayor rechazo, sobre todo visto cómo se ha portado Podemos. En cuanto a los nacionalistas, ellos se lo han buscado, aparte de que en el otoño van a estar intratables con la sentencia del procés.
Y nosotros, el resto de los españoles, ¿cómo estaremos en el otoño? Imagino que aliviados por habernos quitado de encima el verano tórrido que nos ha achicharrado, pero, sobre todo, por no ver podemitas en el gobierno ni secesionistas preguntando por lo suyo. ¿O soy yo el que sueño?
José María Carrascal (ABC )
viñeta de Linda Galmor