
España hoy es un erial del pensamiento. Para leer un discurso comprometido e inteligente hay que acudir a la hemeroteca porque en los foros de cartón piedra que hoy están de moda solo se escucha palabrería, rematada con un slogan.
¿Significa eso que no existen pensadores? ¡En absoluto! Lo que sucede es que o tienen miedo a rebatir las sandeces que otros profieren a diario desde el poder y sus aledaños o desprecian en silencio la indigencia intelectual de los okupas que a conciencia están devaluando el mérito para sustituirlo por la uniformidad de un pensamiento líquido y maleable.
Hoy en ciertos programas de televisión que dicen cuidar la cultura, podemos escuchar aburridas disquisiciones que hacen algunos autores que están a punto de palmarla, sobre otros que ya están muertos, pero salvo en ese ámbito de la inutilidad, no existe un debate serio sobre política, ética o filosofía que son las bases intelectuales para que una sociedad funcione sin tener que avergonzarse de sí misma.
La ausencia de pensadores ejercientes está siendo suplantada por el sector más cutre y amoral de nuestra sociedad. Un sector polimorfo en el que caben pedorras famosillas, como la que entrevistó hace unos días un charnego que habla lento y piensa con retardo, y que ante su pregunta “¿Qué habría que hacer con los de VOX?”, respondió : «matarlos».
Este es el nivel que se gastan los personajes que pretenden influir en el sector más débil intelectual y moralmente de la sociedad, aunque algunos no incurran verbalmente en deseos homicidas, y sucede así porque hay demasiadas cabezas colonizadas por gentecilla que en términos ganaderos sería consideradas desechos de tienta y sin embargo tienen un escaño en el parlamento.
¡Claro que existen pensadores en nuestra sociedad! Están encerrados en sus mundos, conviviendo con gente afín, trabajando en asuntos útiles, dedicando sus horas a responderse preguntas que otros ni siquiera se plantean y a observar con melancolía el espectáculo de un carromato arrastrado por acémilas desbocadas que tienen el poder de destrozar nuestro presente .
No sé en qué me baso para confiar genéricamente en la juventud , sobre todo porque hay bastante personal de escasa edad que tiene menguado el criterio, pero de alguien hay que fiarse , y espero que algunos de ellos se conviertan en pensadores que no dimiten de su obligación socrática de señalar el error y el camino.
Algunos no lo veremos, pero no creo que resulte complicado que llegue ese momento porque mejorar lo que hay es razonablemente sencillo.
Diego Armario